Diario de León
Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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POR LA objeción de conciencia se ha llegado al martirio y, hasta hace unos años, se lograba eludir por ella el servicio militar. Pero ¡a qué precio!. El precio más alto de la conciencia no traicionada sería la muerte, y el de alegarla por pacifismo religioso o sobrevenido, o por alergia a la uniformidad, se fijaba en largas penas de cárcel y en la privación de una serie de derechos civiles hasta que, en épocas muy recientes, se fue suavizando el castigo por rechazo a la «mili» mediante los llamados servicios sustitutorios, orientados teóricamente en beneficio de la sociedad. Guste o disguste el proyecto de ley que acabará equiparando el matrimonio entre dos personas del mismo sexo al contraído por un hombre y una mujer (los artículos 44 y 66 del Código civil sólo contemplan a la mujer y al hombre como sujetos del contrato matrimonial), parece más bien absurdo que se haya sugerido o recomendado, contra el llamado matrimonio «gay», el recurso a la objeción de conciencia por las autoridades que puedan acreditarlo, y que según el artº.49 son «el juez, el alcalde o el funcionario señalado por este Código». El asunto ha levantado una gran polvareda. Lo sorprendente en esta circunstancia de fuerte ofensiva de la oposición al Gobierno es que el mismo PP haya procurado y conseguido que la polvareda desaparezca o vaya a verse barrida de un momento a otro por el viento de la oportunidad, o de la sensatez, ya que el asunto, por mucho que modifique una institución familiar hondamente enraizada en la historia humana, no debiera servir para clavar estandartes confesionales o políticos en la Administración de Justicia o en la municipal. Por otra parte, la población homosexual, como otros sectores sociales, dispone de un «lobby» de enorme fortaleza y no tanto por su número como por sus altavoces mediáticos, de extraordinaria eficacia disuasoria y persuasiva.. Al arzobispo Ricard María Carles, arzobispo de Barcelona, se le ha debido de aflojar la ecuanimidad comparativa al decir que «obedecer antes a la ley que a la conciencia lleva a Auschwitz», una frase que puede suscribirse, aunque no referida al matrimonio entre personas del mismo sexo, por la desproporción, teniendo en cuenta además que la tragedia de Auschwitz, más que relacionada con una conciencia individual o colectiva, fue posible gracias al principio que se estudiaba en todas las escuelas alemanas, el de «Befehl ist Befehl», el deber es el deber, lo que acabó relegando la conciencia al desván de ese alma de la que Kant nunca llegó a dudar.

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