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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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CON LAS heridas vascas abiertas por todas partes, aparece Cataluña en el debate de las reformas. Su nuevo Estatuto de Autonomía se enfrenta a multitud de obstáculos internos, recelos de los partidos, vigilancia lejana del gobierno central, pero avanza. Y avanza, como es natural, con mentalidad catalana. Algunos querrían una mentalidad puramente española, pero eso no es posible. Las aportaciones se hacen por nacionalistas catalanes, socialistas catalanes, comunistas catalanes, conservadores catalanes e instituciones catalanas. El resultado es el que corresponde a esa cocina. De esta forma, todos intentan tocar pared para ver a dónde consiguen llegar. Esquerra, como corresponde a un partido independentista, quiso «colocar» el derecho de autodeterminación. Lo extraño sería que por lo menos no lo intentase. Sus votantes no se lo perdonarían. El siguiente sobresalto para el pensamiento ortodoxo es que Cataluña quiere definirse como nación en el preámbulo del Estatuto. El viejo grito de Pujol «som una nació», al fin puede tener reconocimiento legal, y en una ley que han de aprobar las Cortes Generales. Lo maravilloso de este país es que esa definición no ha provocado ningún terremoto. En los debates de ayer no hubo reacciones críticas. Se comenta que el señor Piqué, cabeza visible del PP en Cataluña y ex ministro de Aznar, parece dispuesto a aceptarlo, lo cual pondrá a Rajoy en complicada situación. Y aunque el anterior presidente del Constitucional, el gallego Rodríguez Bereijo, acaba de recordar que «hay una única nación, la española, y las nacionalidades y regiones son una parte de esa nación», tal claridad ideológica no ha tenido efectos todavía en el debate ordinario. Aquí lo que importa es el dinero. Se ha difundido que el tripartito propone cobrar todos los impuestos y dar al Estado la mitad, y eso sí que provocó la alarma. Habrá tiempo de analizarlo. Baste decir hoy que Zapatero se ha visto obligado a poner el primer freno a Maragall: la financiación se tiene que acordar entre todas las autonomías. Pedro Solbes, cuya discreción es legendaria, se ha mojado y expresó también su rechazo. Desde otros ámbitos de gobierno y PSOE se califica esa forma de financiación como «inasumible». Y todos sabemos que la doctrina oficial es que no se aceptará ningún sistema similar al cupo vasco, por la sencilla razón de que se basa en razones históricas con rango constitucional. Ese es el patio. Ya parecemos un país occidental. No nos soliviantamos por un concepto -salvo el de matrimonio aplicado a los gais-, pero nuestra clase política funciona como un resorte cuando se tocan los euros. Dicho en otras palabras: la nación se puede tocar, pero no nos toquen la cartera.