LA VELETA
La pata que falta
SI NO a la primera, Ibarretxe será investido lendakari en segunda votación y en el tiempo previsto: mediados de junio. Este vaticinio tiene una probabilidad muy alta, dadas las escasísimas probabilidades de los otros líderes. Tras dialogar con todos las fuerzas políticas que integrarán el futuro Parlamento de Vitoria, Ibarretxe lanzó ayer un mensaje de tranquilidad y esperanza a la sociedad vasca, en la que no se percibían signos de desesperanza ni de intranquilidad. A no ser que el resultado de las elecciones del pasado día 17 reflejen una esperanza social en Ibarretxe notablemente disminuida. Pero si se analizan sus gestos y sus declaraciones, el hombre que une a su nombre su propio plan secesionista sólo habría advertido en las urnas nuevos estímulos a sí mismo y a sus proyectos. Quiere reeditar el Gobierno tripartito de la anterior legislatura. La legislatura que va a iniciarse despierta en algunas fuerzas políticas ilusiones de paz, como si se viera muy cerca el fin de la violencia etarra, y a pesar de tantos antecedentes de frustración, el presidente Zapatero sigue fiel a su optimismo antropológico y se muestra dispuesto a agotar todas las posibilidades que el Estado de Derecho le ofrezca para conseguir, con ayuda de otros, la pacificación/normalización de Euskadi. Pretendía Zapatero que la estrategia política encaminada al cese de la violencia etarra se desarrollara en dos niveles: el superior, formado por él mismo, por Ibarretxe y por Rajoy -con autoridad más que sobrada para comprometer al Estado-; y el auxiliar, a ras de tierra, en el que intervendrían los partidos políticos vascos, en contacto estrecho con todos los sectores de la sociedad. Sucede, sin embargo, que un taburete suele tener tres patas, y al que hubieran formado Zapatero, Ibarretxe y Rajoy le faltaría, de momento, la pata de Rajoy, quien ve el problema de Euskadi desde su perspectiva, como insiste en demostrar. Y a la acción a ras de tierra, que iba a ser parlamentaria y extrovertida, le sobraría el reconstituido talante jacarandoso de Ibarretxe, a quien las elecciones parecen haber atravesado su orgullo secesionista como un rayo de luz, sin romperlo ni mancharlo. Pero puede ocurrir que entre tirones del PNV, sector moderado, y la entrevista que celebrará el próximo viernes 5 en La Moncloa con Zapatero, Ibarretxe se deje impregnar de pragmatismo, aunque en relación a ETA el pragmatismo siempre sea utópico, y dirija en Ajuria Enea una política transversal, no estrictamente nacionalista, y orientada al fin de la violencia. La «pax vasca» acabaría, así, llevando su nombre, como el plan que habrá de guardar en el cajón de las aspiraciones desmedidas y frustradas.