Diario de León
Publicado por
RAFAEL BLANCO
León

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«ES IMPOSIBLE, en menos tiempo, intentar humillar tanto a un Gobierno autonómico y a su presidente». Esa afirmación del consejero de Presidencia, extractada de una carta enviada a La Moncloa, resume la tensión y delata las formas bajo las que se desarrollaron los contactos entre Gobierno central y Junta para definir el programa de la visita de Rodríguez Zapatero a León. «A su casa, donde siempre es bienvenido», como luego se diría desde Valladolid, una vez que las lanzas se tornaron juncos. Para la ocasión, que la pintaban calva, el PP que dicen regional -en el fondo fue más bien una cuestión de catecismo de partido que un problema estrictamente institucional- recurrió al manual de procedimientos y actitudes ejemplares ideado por los zaplanas y acebes de Madrid, y mejorado por sus sucedáneos de la ribera del Pisuerga, para intentar poner en un brete al ZP del mejor talante. El espectáculo fue, sencillamente, delirante. Y todo esto, a espaldas de los dos presidentes. De Zapatero, sin duda. Y de Herrera, seguro. Su inteligencia y su sentido de la responsabilidad están por encima de episodios tan lamentables y quedaron acreditados, una vez más, cuando a muy temprana hora del día siguiente zanjó la cuestión en una conversación telefónica con el presidente del Gobierno. Talante, efectivamente, y talento frente a tanto tunante. Pero previamente, además de un agrio cruce epistolar, hubo advertencias, amenazas y prohibiciones¿ como la de que el presidente del Gobierno -que lo es, recuérdese, de todos los gobiernos y de todos los territorios de este país- visitase el polígono industrial de Cubillos del Sil, donde incluso, a una orden de Valladolid, se paralizaron las obras de acondicionamiento de un mínimo espacio para la celebración del acto. Es cierto que el área industrial la había desarrollado la Junta a través de Gesturcal. Tan cierto como que, con su presencia allí, Zapatero sólo quería dar un impulso a esa iniciativa del Gobierno autonómico desde el Ejecutivo central y anunciar, lo dijo ayer, un «proyecto importante». Nada más. Y el protagonismo, compartido. Tal y como se había ofrecido desde Madrid, además de la posibilidad de que Herrera viajase con Zapatero en el helicóptero. Luego, ambos mantendrían un encuentro oficial en León. En fin, que las cosas, las formas, las actitudes¿ no tenían por qué ser distintas a cuando el presidente de la comunidad fue recibido en La Moncloa. Y tanto agradeció. Lo triste para los leoneses, además del espectáculo político, ciertamente vergonzante, es que esta serie de despropósitos se sucede justo el día en que se conoce que la provincia sigue perdiendo población, que está a la cabeza del país por tasa de inactividad -uno de cada dos habitantes no trabaja o no está en condiciones de hacerlo- y que Antibióticos despide a 170 trabajadores. Y en algo tendrá responsabilidades la Junta -y el Gobierno-, sobre todo en la crisis industrial y laboral de la fábrica, que se gestiona desde Valladolid de manera tan directa y tan poco exitosa. Zapatero no va a convertir a León en un paraíso, pero al menos merece que lo dejemos que haga algo por esta provincia. Y es que en su empeño hay ya algo más que gestos. Parte de su Gobierno y algunos altos cargos son de aquí, ha visitado esta provincia primero y más veces que ningún otro sitio, trajo a todo su Ejecutivo a un consejo de ministros, celebró con Schröder la cumbre hispano-alemana y, en fin, la tiene en la boca y en la mente permanentemente... Pero además, el CAMF y la comisaría de San Andrés no tienen marcha atrás, la planta de biodiésel, el Ciemat y el Inteco toman forma, y el de Telefónica es un proyecto esperanzador. En fin, sentido de la inoportunidad no les faltó a quienes instigaron tamaña pataleta. De manera que la frase de Fernández Mañueco también puede construirse por pasiva: es imposible, en menos tiempo, hacer tanto ridículo. Y tanto daño. Cualquier récord es mejorable. Es cierto. Pero, por favor, no vuelvan a intentarlo. Al menos no a costa de nuestras ilusiones.

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