EL RINCÓN
Soldadito español
NO ES PROBABLE que los hijos de los ministros o los nietos, ni esos que en las esquelas se denominan 'demás parientes', se agolpen en las oficinas de reclutamiento para beneficiarse de la nueva Ley de Tropa y Marinería. También podría decirse bonoficiarse , ya que el ministro de Defensa cree que se trata de un hito, un antes y un después en la Historia de las Fuerzas Armadas españolas. Entre las novedades que incorpora el texto descuella una muy atractiva: consiste en que los soldados pueden jubilarse a los 42 años, en vez de a los 35. No sólo seguirán siendo unos jubilados juveniles, sino que recibirán una pensión equivalente al salario mínimo interprofesional, que vienen a ser unos 522 euros por catorce pagas, y retirarse a algún sitio tranquilo donde haga siempre buen tiempo, preferiblemente junto al mar, a disfrutar de un mal ganado descanso. Debemos preguntarnos quién podrá resistir realmente una tentación semejante. Disminuirá el número de veteranos del Ejército, como esos que salen en las películas de John Ford, patriotas y borrachines, siempre dispuestos a obedecer las órdenes de los que juraron dar por su patria hasta la última gota de la sangre de ellos. Desde que se extinguió el servicio militar obligatorio, hace cuatro años o así, se hizo necesario incentivar el reclutamiento, pero debieran explicar a qué le llaman incentivo. Para cobrar esas cantidades más vale proclamarse pacifista. El ardor guerrero ha decrecido tanto entre nosotros que se teme que llegue un momento en el que no juren la bandera española más que los extranjeros. La iniciativa del ministro José Bono es ciertamente plausible, pero lo que no es plausible es el sueldo, esa cuenta que se hace a final de mes. Mucho menos atractivo todavía es saber que se va a ganar una cantidad tan exigua durante muchísimos años. Tener esa garantía acaba con la esperanza incluso de los jóvenes menos ambiciosos. Como dice Woody Allen, el dinero es mejor que la pobreza, aun cuando sólo sea por razones financieras.