EN BLANCO
Como una moto
DENTRO de la fauna variopinta que puebla nuestro globalizado valle de lágrimas, hace unas fechas que ocupa la vanidad de las primeras páginas el dirigente opositor ecuato-guineano Severo Moto, al parecer condenado a vagar siempre por la tierra de los sueños frustrados. Enfrentado desde hace décadas con el presidente Obiang, otro que tal baila en el arte supremo de aprovechar las circunstancias y maestro reconocido en la bellotera vocación de arruinar a su pueblo, se ha soltado la melena en Croacia acusando al gobierno español de estar preparando su muerte. Toda una epopeya gótica de tiros y pistolas, ribeteada de postizos melodramáticos, que sin embargo no acompaña de prueba alguna. Según la tesis de Moto, esta enfebrecida y violenta saga vikinga trata de impedir que algún día llegue a ser presidente de Guinea, algo que según su versión perjudicaría irremediablemente los intereses económicos y sociales de nuestro país en aquella abrumada y empobrecida zona del mundo. Puedo parecer inocente, la verdad, pero me suena raro que Fulanito de copas o Menganito de bastos, incógnitos malos-malosos ideales para recibir las tortas en las películas de la serie Austin Power, tengan planeada la desaparición física de este hombre con rostro de luna llena y una masculinidad un tanto selvática y agreste. Más bien parece que a don Severo le ha salido la niña de El exorcista que todos llevamos dentro y, revolucionado como esa moto que hace honor a su apellido, ha perpetrado tan ruidosa puesta en escena llevado por la delirante ebriedad que produce la paranoia o bien con otros propósitos menos confesables. En cualquier caso, raro.