¡Más madera!

TAL VEZ en los albores de la civilización al que se le ocurrió cruzar el caballo con la burra no sospechara el gran servicio que iba a prestar a la humanidad: la mula. Dicen que a Fleming le pasó lo mismo cuando, estudiando los microbios, se le pudrieron en un descuido dando lugar a un hongo que resultó ser la penicilina. Tampoco hay explicación científica para que los asturianos no hubieran descubierto la ley de la gravedad de la manzana antes de que una le cayera encima a Newton, ya es casualidad, según opinión muy extendida en las sidrerías de Ribadesella, pero la historia es como es y no tiene remedio. Adelantándose a los tiempos posmodernos dice ahora el Gobierno que las viejinas centrales térmicas de carbón leonesas podrían ser rentables en el 2006 quemando «biomasa» junto a la carbonilla de toda la vida, que, según Victorino, el de la MSP, sólo necesita soplarle un poco la tierra. O sea las cenizas. Sin haber cursado estudios de ingeniería uno sospecha que el Gobierno pretende resucitar el brasero de mi abuela tomando por mesa camilla toda la provincia: pones unas astillas, añades el carbón y, si ves que no tira, la abanicas con el BOE o el Diario de León. Para que lo entienda el personal, la famosa biomasa no es más que el arbusto que antes ramoneaban las cabras, cuando las había, el carbón es el poco que queda y el resultado es una mula con orejeras. Tal que así es la burra que se vende desde Madrid a las cuencas mineras para que no se apague la lumbre de las térmicas. Pero para eso no necesitábamos alforjas.