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DESDE LA CORTE

Normalidad, por favor, normalidad

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¡CÓMO SOMOS! Hasta el domingo, el problema dinástico era que la Princesa de Asturias no estaba embarazada. A partir del domingo, el problema es que está embarazada. A juicio de algunos, parece que los Príncipes tendrían que haber esperado a la reforma de la Constitución para tener descendencia. Sólo después de propuesta esa reforma por el Consejo de Estado, votada en las Cortes y refrendada en consulta popular, Sus Altezas tendrían que ponerse a buscar un bebé. Si os parece que estoy simplificando la cuestión esencial de la continuidad institucional, mirad los periódicos de ayer. Multitud de analistas hicieron este diagnóstico: si la criatura es varón, no pasa nada. Pero si es una niña, habría que hacer la reforma constitucional antes de que nazca. Si se hace después, esa reforma tendría carácter retroactivo. Y todavía se plantea otra cuestión: si entre este embarazo y la reforma de la Constitución nace ahora esa niña y después un varón, ¿no habrá quien diga que se está perjudicando a este segundo? Todo esto no se le había ocurrido a nadie antes de comunicarse oficialmente el embarazo. Se le ocurrió a todo el mundo tan pronto como salió el comunicado oficial de La Zarzuela. En ese momento surgió una fiebre de puritanismo igualitario. La preeminencia del varón no fue entendida nunca como una injusticia por ningún gobierno de los que hemos tenido en este país. El PP niega, incluso, que sea bueno abrir ese melón en este momento. Pero, por arte de magia y por la ley del péndulo que nos rige desde hace siglos, ahora todo se ha vuelto del revés: quien se oponga a esa corrección, es un anticuado machista anticonstitucional. Este cronista no es quien para meterse en discusiones jurídicas. Pero hay algunas cosas que parecen de sentido común. Primera: que los Príncipes vayan a tener descendencia, no debiera ser un problema para nadie, salvo para militantes republicanos. Segunda: que la reforma de la Constitución se haga después del nacimiento de la hipotética infanta, no tiene carácter retroactivo, porque estamos todos en ello a fecha de hoy. Es nuestro pacto actual. Tercera: que mantener el calendario previsto es razonable, serio y bueno para el país. Cuarta: que, en cambio, precipitarse en la reforma y el referéndum tendría costes políticos y sociales muy altos, entre ellos el de la confrontación. ¿De verdad cree alguien que las actuales relaciones PP-PSOE aconsejan un referéndum en los próximos meses? Y cuarta: que, a parte de todo, es que no hace falta, leñe. Aquí lo único que hace falta es que se imponga de una vez la normalidad. Y la normalidad es cumplir las previsiones. Pero parecemos empeñados en hacer de todo -hasta de un embarazo- un hecho excepcional.

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