EL BALCÓN DEL PUEBLO
Del tecnicolor al blanco y negro
COMO dicen los maestros del flamenco: tocaron todos los palos. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy no eludieron ni uno sólo de los temas que interesan y preocupan a la Nación. Aunque hubo algún conato de ira, al final primaron los buenos modales, la educación y el respeto en el hemiciclo. Fenomenal. Rodríguez Zapatero, como suele hacer el presidente de Gobierno de turno, expuso en su primera intervención un balance optimista. En un discurso largo -1 hora, 36 minutos- radiografió a España en tecnicolor. Dejó claro por dónde va y qué camino va a recorrer en el futuro. Rodríguez Zapatero ya no es bamby. Nunca lo fue. Sólo los que desconocían su personalidad podían suponer que carecía de carrancas. En el Debate sobre el Estado de la Nación, RZ enseñó los colmillos. Quedó probado que quien tiene la información tiene el poder. En una intervención densa se refirió a lo conseguido en todas las áreas: política autonómica, su financiación, lucha antiterrorista, reformas estatutarias y constitucionales, vivienda, inmigración, política exterior, avances sociales, etc. Lo visionó todo en positivo. Después del almuerzo subió a la tarima Mariano Rajoy. Pasamos del tecnicolor de la mañana al blanco y negro de la tarde. Hizo una intervención catastrofista, no sólo en la política antiterrorista --acusó al Gobierno de «traicionar a los muertos»--, sino en el debate sobre la configuración territorial del Estado, financiación autonómica, política exterior, regularización de 700.000 inmigrantes y una larga letanía. Según Mariano Rajoy, la situación española es apocalíptica. Sólo nos falta una epidemia. Durante las réplicas y contrarréplicas, Rodríguez Zapatero intentó que Mariano Rajoy pasara de las profecías a algún tipo de compromiso, a que dejara fuera del debate partidario la lucha antiterrorista, o que se sentaran alrededor de una mesa, sin ninguna condición previa, con el PSOE para debatir la configuración del Estado. Pero fue imposible. Mariano Rajoy no aceptó ningún compromiso sobre las propuestas y se mantuvo en la dinámica de acusación tras acusación. Ante la negativa, RZ enseñó el colmillo para reprocharle a Rajoy la cantidad de profecías que lleva hechas. Y todas fallidas. Le recordó que personalmente Mariano profetizó armas de destrucción masiva en Irak; que el chapapote del Prestige no llegaría a las Rías Baixas; le recordó que en el debate de investidura profetizó una catástrofe económica para España con la llegada del Gobierno socialista. Y concluyó: si todas las profecías de Rajoy se cumplen como las anteriores, España y los españoles pueden estar muy tranquilos sobre su futuro. El debate, salvo que uno lo vea con lentes opacas y no haya puesto el sonotone a su sordera, lo ganó ostensiblemente Rodríguez Zapatero. O mejor dicho: lo perdió Mariano Rajoy porque hace mucho tiempo que, en contacto con los aznaroides, ha perdido el sentido de la realidad, y además, no parece capaz de aproximarse a ella. Por lo visto, le sorprende que sin un Gobierno del PP en Madrid, la tierra siga dando vueltas todos los días y no haya perdido el contacto con el sol. Frente a la catástrofe apocalíptica que predica el PP, el Gobierno que encabeza RZ es imprescindible para una sociedad con ilusiones y con ganas de relajarse.