EL RINCÓN
Más madera
EL EMPERADOR no tiene quien le contradiga. Ni un solo senador se atrevió a negar a Bush II los sesenta y tres mil millones de euros en fondo de emergencia que pidió para mantener la ocupación iraquí. Hace falta más dinero para continuar la invasión. Más dinero para gastarlo impunemente en armas y más dinero para invertirlo en soldados. Más dinero y más madera, mucha más madera. para armar ataúdes. ¿Será por dinero? Esta cantidad viene a añadirse a los diecinieve mil millones de euros que destinó el Pentágono dentro de su presupuesto anual. Las guerras ya no se miden por muertos, como se ha hecho siempre, sino por los gastos que ocasionan y ha descendido la legítima curiosidad que tenemos todos de saber a cuánto sale cada cadáver, sin contar mutilados. Pese a buscarlas con insistencia y a garantiozar su existencia los señores Bush y Aznar, no encontraron los numerosos inspectores armas de destrucción masiva, ya que sólo existían las que llevó el ejército de ocupación. El malvado sátrapa Sadam Husein no hubiera desperdiciado la ocasión de usarlas en caso de haberlas tenido, por si no se le presentaba una ocasión mejor. Si bien se mira, no hacen falta esas armas de destrucción masiva: se puede matar de manera individualizada. El otro día una cadena de coches bomba se ocupó de tres ciudades iraquíes y se llevó por delante a cincuenta y siete personas que en los minutos anteriores gozaban de excelente salud. Es lo que tiene la guerra, aunque en las actuales la mayoría de las víctimas sean civiles, vienen a ser una selección al revés. Eliminan a los más jóvenes, a los más aptos. En este caso los terroristas eligieron varios centros de reclutamiento donde hacían cola los aspirantes. Dijo Mijail Gorbachov que le consolaba pensar que mientras duran las guerras siempre hay alguien en Ginebra hablando del desarme. Todavía no ha llegado ese momento. Lo que realmente hace falta ahora es más presupuesto para armas. Cada iraquí muerto -y cada marine- sale por un pico y una pala para enterrarlo.