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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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MIENTRAS el panorama económico de León se tambalea en la cuerda floja del desgarro y los números rojos, con una tasa de productividad que se consolida como la más baja de todo el país y uno de cada dos ciudadanos inactivos o directamente en el paro, los políticos comunitarios de la Junta siguen ajenos a esta tumba de las esperanzas perdidas y las vanidades destruidas. Solo hay que ver el nubarrón que viene allá por la zona de Antibióticos, empresa que sigue tirando de los hilos del desánimo a los hastiados trabajadores. Mirar de reojo al vecino se ha convertido casi en una cuestión de supervivencia y, cifras cantan, la capital vallisoletana sigue envuelta en una bocanada de optimismo monetario, al tiempo que los problemas de León alcanzan un grado de deterioro insoportable. A cada nueva estadística se nos quedan las arrugas al aire y una cara de derrota que saca hasta los pómulos de quicio. Menos mal que tenemos al Ademar como único bálsamo en este León donde el caminante ya no encuentra el camino, sino apenas un insípido y mustio barrizal. Las hazañas deportivas del equipo de balonmano capitalino, nacido curiosamente por las mismas fechas en que Kennedy fuera elegido presidente de los Estados Unidos, tienen aún más mérito si se comparan con el soporte bancario y social que tienen clubes como el Ciudad Real o el Barcelona, recientemente vapuleado en el Palacio de los Deportes. Y a la cabeza de tan sensacional grupo el habitualmente circunspecto Manolo Cadenas, una especie de general napoleónico que traza la estrategia deportiva de forma seca, inteligente y siempre acertada. Un auténtico fenómeno.