DESDE LA CORTE
La calle y los discursos políticos
OS PIDO disculpas si resulto pesado; pero cada vez que aparece un barómetro del CIS me resulta inevitable subrayar la creciente distancia que existe entre las preocupaciones ciudadanas y las ocupaciones de la clase política. Añado algo más: ta mbién de la clase periodística, suponiendo que todavía nos otorguen la dudosa categoría de ser una clase. En el barómetro que hoy se publica figura un detalle circunstancial, que es la proclamación de Rodríguez Zapatero como ganador del mano a mano con Rajoy. Lo interpreto como el reflejo de un viejo comportamiento: el personal no tiene ganas de que le cuenten tragedias y, cuando se las cuentan, mata a su mensajero, que en este caso ha sido el presidente del PP. Pero esa encuesta refleja, al mismo tiempo, qué problemas preocupan más a la ciudadanía, y miren qué curioso: justo cuando los políticos hacen del terrorismo gran cuestión de actualidad; justo cuando lo convierten en materia de confrontación; justo cuando lo elevan a único asunto de debate, la sociedad pierde preocupación por él. Sólo es el principal problema para el 44 por ciento de la población. Sigan añadiendo curiosidades. En el reciente debate sobre el estado de la todavía nación, el presidente presentó como gran logro de su gestión la creación de puestos de trabajo. Se está creando empleo como nunca. Somos otra vez la envidia de Europa. La oposición no lo rebate, sino que lo confirma diciendo que son las rentas de Aznar y Rato. Y van los ciudadanos, sordos ante estos discursos, impasibles ante tanta euforia, distantes de tanta satisfacción oficial, y elevan el paro a problema número uno del país. ¿Qué está pasando aquí? ¿Se sigue agrandando el divorcio entre España real y España política? ¿Viven ambas en mundos tan aislados e incomunicados que contemplan realidades distintas? Después de ver estas diferencias en sucesivos barómetros, estoy confirmando que sí. La clase política está instalada en su universo, fabricando sus utopías y sueños, mientras la sociedad sigue un camino que no piensa en reformas constitucionales, sino en algo mucho más prosaico, cruel y realista, como la información publicada en este periódico hace dos días: «el alto precio de la gasolina ya obliga a muchos usuarios a dejar el coche en casa». ¿Alguien oyó hablar de esto en ese debate cuyo vencedor proclamado es el señor Zapatero? Nadie, que yo sepa. Sería una vulgaridad. Esos son asuntos a los que tan alta y distinguida clase política no debe descender. Sería poco elegante. Naturalmente, la respuesta social ha sido que la mitad de la población no se interesó para nada por sus trascendentales discursos. Un éxito, si señor. En la próxima edición quizá ponga todavía menos interés.