Diario de León

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RAJOY pinchó el día del Debate sobre el estado de la Nación. Así se refleja en la última encuesta del CIS. El estudio ha venido a corroborar lo que ya nos había enseñado la escuela de la vida: la mayor parte de la gente no quiere oír hablar de problemas. Prefiere creer que las cosas van bien o que, cuando menos, tienen arreglo. Zapatero subió a la tribuna a pintar un cuadro como los que han hecho inmortal a Turner -especialista en colores suaves y difusos y ambiguos y ensoñadores horizontes-, mientras que su rival eligió como mentor a Gutiérrez Solana en sus registros más tenebristas, agobiantes por exceso de negros y grises cargados de plomo. El resultado está a la vista: tres de cada cuatro encuestados creen que ganó Zapatero. Es mucha la diferencia, sobre todo si reparamos en que Rajoy no es un mal parlamentario. Cuando quiere habla bien y domina el arte de la ironía, hasta el punto de que es capaz de evitar que degenere en sarcasmo, registro en el que la inteligencia delata amargura. Zapatero, que a mi modo de ver es peor orador, aprende rápido y en la réplica está ganando mucho. Le acompaña la imagen. En ese terreno Rajoy no puede competir con él por ser la suya una imagen antigua, de señor como de otra época a la que, a aveces, también pertenece el tipo de lenguaje que emplea. Zapatero le ganará siempre en la televisión y Rajoy podría ganarle en la radio a condición, eso sí, de que deje de escuchar tanto algunas emisoras cuyo tono profético y apocalíptico parece que se ha pegado a su discurso político como si fuera una segunda naturaleza. En el pasado debate sobre el estado de la Nación se notaba que le pesaba en demasía lo que está por venir en Galicia. Tiene muchos enemigos dentro del castillo. Incluso en las cercanías del puesto de mando. Tras lo ocurrido en el País Vasco no se pude permitir un descalabro más porque ya digo que tiene en casa barones a los que se les está poniendo perfil de delfines. El día del debate, Rajoy sobreactuó y de aquella exageración se derivan las demás. Si en lugar de acusar a Zapatero de estar traicionando a los muertos, le hubiera dicho que le secundaría en la exploración de los caminos de la paz a partir del momento en el que la posible tregua de ETA dejara de ser virtual para hacerse real, es probable que ahora no estuviese donde está: al frente de un partido potente (tiene 147 diputados), pero que está solo, aislado frente al resto de las fuerzas con representación parlamentaria. Aislado fuera y cercado dentro. Porque ésa es otra. Estoy seguro de que los mismos que le empujaron a pronunciar el discurso del Apocalipsis son los mismos que ahora le reprochan el pinchazo que registra el CIS.

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