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Publicado por
ERNESTO S. POMBO
León

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¿QUEREMOS realmente acabar con el terrorismo de ETA? ¿O decimos que queremos cuando lo que queremos, y no decimos, es que las cosas sigan como están porque nos viene al pelo a todos? ¿Nos hemos parado a pensar lo que significa que en este país desaparezca la amenaza de muerte que pende sobre nuestras cabezas desde que llevábamos pañales? Cuando decimos que queremos acabar con el terrorismo, ¿estamos dispuestos a hacer un esfuerzo? La ceremonia de la sinrazón celebrada esta semana por sus señorías ha dejado un balance desastroso. Para todos. Para los que dicen que su propuesta cuenta con el apoyo del 58 por ciento de la cámara. Para los que acusan de tender manos a los terroristas. Y para los que hablan de extorsión y unidad. Los únicos que tienen motivos para celebrar con foguetes el acuerdo de abrir un proceso de diálogo con los terroristas son, precisamente, los terroristas. Porque son los que colocan los coches-bomba, los que pegan tiros en la nuca, los que programan los atentados, los que los alientan, los que los protegen y los que los jalean, digo que son ellos los únicos que quedan bien colocados en este desfile del sin sentido que escenifican sus señorías. Porque otra vez más, los descerebrados y su entorno comprueban como los que estamos en contra de la locura hacemos, con disputas incomprensibles, precisamente lo contrario. Mientras ellos permanecen unidos con el objetivo único de dinamitarnos. Por eso aquí hay que empezar a plantearse a qué estamos jugando en realidad. Porque podemos estar en desacuerdo en cuestiones como el plurilingüismo, el plan de vivienda o el cultivo de la remolacha. Pero que no tengamos claro si queremos o no que nos sigan matando es mucho más que alarmante y angustioso. Es, sencillamente, que estamos convirtiendo este solar en un país de locos.