DESDE LA CORTE
A pesar del Gobierno
ES UNA alegría comprobar que España crece. Económicamente, quiero decir. Éste es un país dinámico, con una sociedad impulsiva, con ganas de hacer dinero, y está desarrollando lo que hace años parecía imposible: vocaciones empresariales, que quiere decir emprendedoras. Y así, la incorporación de esas nuevas actividades a la contabilidad nacional ha dado como resultado que el crecimiento económico del año 2.004 ha sido superior al previsto y se sitúa en un 3,1 por ciento. Es importante recalcar que no estamos ante una ficción contable, sino, simplemente, ante el cómputo de esas actividades. ¿Cuáles son? Las más variadas. ¿Quién nos iba a decir, por ejemplo, que la chatarra iba a alcanzar altísimos niveles de cotización? Pues ahí está. Cuando el 90 por ciento del acero que se fabrica no procede directamente de la minería, sino del reciclaje de residuos, la chatarra adquiere el valor de importante materia prima. Estas cosas forman parte de la vida de la nación. Mejor dicho, son las que dan vida a la nación. Lo que ocurre es que pasan desapercibidas, porque las clases dirigentes y la comodidad periodística nos tienen entretenidos en las llamadas «grandes cuestiones», como ayer apuntábamos. Desde el punto de vista político, es muy llamativo que el crecimiento económico del año pasado haya sido muy superior al de los dos años anteriores, en que se produjo la gran apología del «España va bien». En 2.004 hubo unas elecciones generales que dieron un resultado que teóricamente dibujaba el peor escenario para el optimismo del dinero: se marchaba el presidente Aznar, que se atribuía a sí mismo la confianza, como demostró el día que confesó a una publicación americana que «el milagro soy yo»; desaparecía el equipo gestor de la bonanza, con Rodrigo Rato a la cabeza; llegaba, en su lugar, un grupo de hombres y mujeres sin experiencia (con la excepción de Solbes) y, encima, preparados para estar en la oposición, no para gobernar¿ Pues ya veis: la economía vivió ajena a todo eso. Los nuevos y viejos empresarios se taparon ojos y oídos incluso ante las espectaculares torpezas de ministras y ministros. Mientras la FAES y grandes gurús del Partido Popular predicaban que, o se hacían nuevas reformas, o esto se hundía, el crecimiento superaba el 3 por 100. No se hicieron esas reformas. La fiscal, por ejemplo, se les atascó en los caminos que unen a Miguel Sebastián y a Pedro Solbes. Y el dinero se siguió comportando con toda alegría. Un ministro me confesó que los datos de creación de empleo sugieren que estamos creciendo de forma más importante que la dicha por el Banco de España. Ya somos un país plenamente liberal: no necesitamos a los gobiernos para nada. Qué bendición.