Diario de León

DESDE LA CORTE

De secretos, indiscretos y aprovechados

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FERNANDO ONEGA
León

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¡POBRE Fernando Savater! En un par de días ha pasado de respetado profesor y filósofo a polémico protagonista de la crónica política. De combatiente por las víctimas del terrorismo, a crítico de algunas actuaciones, como la manifestación del 4 de junio. De azote del gobierno Zen materia terrorista, a observador esperanzado ante el probable comienzo de negociaciones con ETA. Y todo, porque el sábado estuvo en esa cena con el presidente del gobierno, y salió convencido de la bondad del procedimiento que sigue. El resto lo puso la torpeza de un organismo oficial. ¿A quién se le ocurre mandar su escrito de matización de un ciudadano privado en un papel timbrado de la Secretaría de Estado de Comunicación? «Al que asó la manteca», se suele decir en estos casos. Oiremos hablar mucho de este episodio, porque es el más importante después de la aprobación de la famosa resolución del diálogo en el Congreso de los Diputados. Para empezar, el Partido Popular se agarró a su indiscreción primera y a sus matizaciones posteriores como la prueba que necesitaban para acusar al gobierno. «Se está hablando» (con ETA), clamaba ayer Eduardo Zaplana desde los micrófonos de la Cope. Lo decía como si se estuviera cometiendo un crimen. Lo denunciaba con dos intenciones últimas: una, demostrar que Zapatero ha mentido al declarar que no hay contactos con la banda; otra, acusar al mismo Zapatero de ocultar información al Parlamento, en contra de lo prometido y del aireado principio de transparencia. Al anotar este comportamiento, creo urgente dar algunos consejos, seguramente de forma inútil. Al presidente del Gobierno hay que recordarle que la única forma de mantener un secreto es no confesarlo. En el momento en que lo conocen más de dos personas, se ha terminado. Un gobernante ha de tener presente aquellos versos de Lope de Vega: «No guardaste tu secreto, ¿y quieres que otro lo guarde?» Si quiere divulgar una información tan sensible como la dada en esa cena, existen mejores cauces y menos conflictivos que el de comunicarla a un grupo de comensales, cuyo uso de la confidencia nunca es seguro. Al Partido Popular habrá que pedirle que modere su actitud crítica. Es poco ético pedirle al presidente una explicación de algo que no ha comenzado todavía. Es poco honesto basar el ejercicio de la oposición política sobre algo que puede significar el fin de la violencia. Es poco defendible, con perspectiva histórica, tratar de abortar el final negociado del terrorismo desde prejuicios de partido. Es poco coherente descalificar un proceso que ellos mismos siguieron cuando estaban en el gobierno. Y es poco responsable tratar de levantar a la opinión pública contra una oportunidad de paz.

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