Diario de León

DESDE LA CORTE

El abrupto final de un sueño

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FERNANDO ONEGA
León

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¿RECIBIMIENTO a Otegi ante su declaración en la Audiencia Nacional? ¿Respuesta a las últimas detenciones? ¿Aplicación de la «doctrina» de que todavía no hay tregua? ¿Simple demostración de poderío? Todas estas preguntas se pueden hacer ante el coche bomba que ETA hizo estallar en Madrid. Y todas las respuestas son positivas. La banda terrorista buscaba todos esos objetivos y alguno más: entre ellos, comunicar al gobierno que no se dan las condiciones para una entrega de las armas y hacernos olvidar del sueño de una disolución incondicional. La bomba, en todo caso, ha tenido más efectos políticos que otros atentados anteriores. Tuvieron que ser desoladores para el presidente del Gobierno, que vivía en el espejismo de pensar que estaba ante la oportunidad histórica de terminar con la plaga terrorista a base de diálogo. Para el PP, aunque no lo puedan confesar, ha tenido el valor de confirmar sus tesis: a ETA sólo se la lleva a la extinción a base de autoridad, policía y justicia. La oferta de negociación es una ingenuidad que no hace otra cosa que alentar impulsos criminales. Por esas razones, había expectación ante la sesión de control del Congreso, donde el mano a mano Rajoy-Zapatero prometía alta tensión política. Pero ambos líderes, especialmente Rajoy, que es quien decide cómo se maneja el látigo, renunciaron al enfrentamiento y mantuvieron un tono de apoyo «pese a las profundas discrepancias». Rajoy no quiso aprovechar el clima favorable a sus tesis y ofreció su colaboración, como antes había hecho García Escudero en el Senado. Fue un gesto importante. En materia de terrorismo se puede discrepar del procedimiento de lucha; pero no se puede utilizar como arma arrojadiza entre partidos. Se agradece, por tanto, el tono, que ha confirmado un viejo diagnóstico de Pujol: «a un lado están quienes ponen las bombas, al otro todos los demás». Naturalmente, eso no significa que el Partido Popular vaya a apoyar el «final dialogado» que propugna la resolución parlamentaria, ni que el PSOE rectifique su contenido. Sólo significa lo dicho: que, ante el enemigo común, las discrepancias pasan a segundo término. Es la «cara buena» de una jornada en que la realidad del terrorismo ha vuelto a mostrarse como es. Aquí no valen ni los mensajes amables de que «estamos ante una oportunidad histórica», ni las filtraciones de sobremesa en noche de sábado, ni la suposición de que ETA está en el peor momento de su historia. ETA puede actuar cuando quiera y con la intensidad que se proponga. Y, desde luego, olvidémonos de cualquier entrega voluntaria de armas y de la ausencia de precio político. Lo que esta banda ha dicho ayer es que ese precio existe y que lo quiere cobrar.

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