Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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DESPUÉS de la metedura de sus respectivas patas delanteras, el llamado Carod y su reportero gráfico Maragall pretenden suavizar los efectos de su chabacana bufonada. Dicen que lo de la corona de espinas sobre la cabeza del combativo palurdo fue una broma inocente. ¿Por qué no se les ocurriría darla con otras cosas, no menos punzantes, instaladas en sus cabezas? Ignoran que para dar bromas hace falta cierta gracia y esa característica parece más bien infrecuente en los políticos, sobre todo en los de su hermosa tierra. La Iglesia católica está justamente indignada, pero también lo están con no menor justicia los no católicos. La cachufleta es de pésimo gusto y además se escenificó en Jerusalén y durante un viaje institucional. No tiene fácil arreglo. Tampoco nos gustaría a los que tampoco somos brahmanistas que se utilizara una imagen de Buda para anunciar un chocolate o un braguero. Lo malo de la afición viajera de Carod y de su cronista Maragall es que si antes sólo sabíamos cómo son estos señores sus compatriotas, ahora va a saberlo todo el mundo. Hay personajes públicos que habría que reservar sólo para exhibirlos en privado. El hombre también ha querido arreglar el desaguisado producido con la ausencia de la bandera española en la ofrenda floral ante el monumento a las víctimas del Holocausto. Ha dicho que fue un «error de floristería» y le ha echado la culpa a un funcionario. No es posible que no tengamos otra gente más digna y menos torpe. ¿Por qué se dedican a esa imprescindible tarea, que puede ser sublime, los más tontos de la excursión? Nunca lo sabremos, pero las vocaciones aumentan.

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