EL RINCÓN
Niña Cristina
LOS NIÑOS, lo que ven. Parece como si les hubiesen plagiado a los políticos algunos de sus usos y costumbres. Si éstos se dedican a hacerles la vida imposible a sus compañeros de partido, los primeros emplean sus mayores esfuerzos en impedir que puedan vivir en paz sus compañeros de curso. Cada vez es más frecuente eso que se ha dado en llamar acoso escolar. El último, tristísimo caso, es el de una niña alicantina, buena estudiante, que al parecer era constantemente insultada por sus amigas de clase. Los padres de la chica denunciaron las agresiones, pero Cristina no pudo más y arrojó sus dieciséis años desde un puente de veinticinco metros de altura, cercano al colegio. La tortura en las aulas está convitiéndose en algo cada vez más común y los profesores se ven obligados a hacer de guardaespaldas. Uno de cada diez escolares sufre acoso y amenazas, ya que hay muchos estudiantes de Secundaria que sólo se divierten intimidando a otros estudiantes más débiles. El pasado mes de septiembre, un chaval de Fuenterrabía, llamado Jokin, también decidió quitarse la vida para no tener que seguir soportando más vejaciones. A la niña Cristina la llamaban «empollona» y la insultaban a todas horas, no sólo en las horas de clase. ¿Es ajena la conducta que han tenido los púberes torturadores a la droga? Sabemos por las estadísticas que casi un veinticinco por ciento de los estudiantes de Educación Secundaria consume drogas o alcohol. Ahora ya no son los caramelos los que duran poco a la puerta de los colegios, sino los «canutos» y los «calimochos». Siempre que sepamos de algún mal que no esté realmente determinado por el azar, están presentes la crueldad, la ignorancia o la miseria, pero este grado de impiedad resulta de verdad escalofriante. Unas niñas crueles han matado, esta vez no con bala, sino con saliva, a otra niña de su misma edad, compañera de colegio y de curso. Entre ellas es seguro que las habrá monísimas, rubias o morenas, y con una mirada dulce.