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LEOPOLDO TOLIVAR ALAS
León

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ACABA de publicarse la traducción española de un reciente libro de Thomas Darnstädt, que lleva por título La trampa del consenso . Una obra de la máxima actualidad, que cuenta con un espléndido estudio introductorio del profesor Francisco Sosa Wagner, quien también ha hecho las veces de traductor (junto a Juan Martínez de Luco Zelmer). La publicación ha corrido a cargo de la Editorial Trotta, con el patrocinio de la Fundación Alfonso Martín Escudero. Es de agradecer la oportunidad para trasladar, en apenas un año, al castellano una obra de tanto interés, ante las reformas anunciadas en nuestro país. Además, debemos congratularnos de esta excelente versión española, en la que el mimo del idioma se conjuga con el conocimiento preciso de la realidad foránea que se acerca al lector hispano y con una redacción rigurosa y ágil. En febrero del año 2004, Thomas Darnstädt, periodista vinculado a Der Spiegel, donde dirigió algún tiempo la sección de política alemana, pero también profesor de Derecho Público, sacó a la luz sus demoledores juicios sobre el mito del consenso político, del que llega a ratificar que es «una forma carísima de organizar la irresponsabilidad». La diana sobre la que dispara Darnstädt es la distribución competencial entre la Federación y los Estados regionales y el mismo sistema de funcionamiento, como Cámara territorial, del Bundesrat, donde, ante cuestiones conflictivas, cada día más numerosas, nadie puede decir definitivamente que sí, aunque muchos dispongan de autoridad suficiente para decir no, opción que acaba prevaleciendo las más de las veces, haciendo inviables las reformas más convenientes e instaurándose, así, lo que se conoce como «bloqueo de la República». De esta acerada crítica son heraldo algunas rúbricas de capítulos: «La República decapitada», «La supresión de la democracia» , «Los fundamentos del Estado se tambalean»... Muy particularmente, merece la pena detenerse en el papel que, a juicio de Darnstädt, juegan los partido políticos. El autor llega a la conclusión de que, para cumplir con los cometidos que debieran serles propios, «y aquí radica el secreto, los partidos no necesitan para nada la participación en el Estado». El poder puede ser el premio a una buena labor política, «pero no es su objetivo». Los partidos políticos deben hacerse cargo de las vías que conducen al poder y no del poder en sí mismo. El camino al poder es el fin y no el medio. De esta reflexión, sin duda discutible, parten, según el autor, muchas de las propuestas de revitalización del Estado partitocrático bloqueado. Y Darnstädt justamente lo que defiende, como «la mayoría de los partidarios de reformar la Constitución», es que «las organizaciones políticas se retiren lo más posible del Estado hacia el lugar que les corresponde: la sociedad». Al estilo de las ONG. Y entiende que no es tolerable una compatibilidad entre militancia partidaria y altas funciones ejecutivas o en la judicatura. Una incompatibilidad rígida impediría que los partidos tomen a las instituciones y a la magistratura como centros de jubilación para sus veteranos. Bien es cierto, que allí donde se imponen esas incompatibilidades, como ocurre en nuestro país, existen subterfugios para eludirlas. «El Parlamento -prosigue el autor- ya no puede funcionar porque su principio de trabajo, es decir, la decisión por mayoría, ya no cuenta nada en la República bloqueada. Ya sólo es utilizado para dar la bendición a posteriori a compromisos negociados hace mucho. El consenso ha hecho inviable la democracia». Pero, con el hilo conductor del consenso, el autor aborda otras cuestiones de innegable interés, como la construcción europea, la crisis del municipalismo, los defectos del sistema judicial o, en fin, la política educativa alemana del último medio siglo. En este último campo, Darnstädt arremete, sin miramientos, contra la KMK (Conferencia de Ministros regionales de Educación y Ciencia), paradigma de la «irresponsabilidad organizada», según el autor, quien reclama un mayor centralismo a la hora de fijar el modelo de enseñanza. Estamos, pues, ante una obra excelente que mantiene al lector en permanente pulso dialéctico con el autor ya que ni todo lo que dice es universalmente asumible ni Darnstädt, que no es un dogmático, lo pretende. Pero el libro objeto de recensión lleva, como se ha dicho, un regalo incorporado: el documentado y valiente Estudio Preliminar de Sosa Wagner, que lleva por título El Estado se desarma . Un trabajo que busca ser complemento de la obra a la que antecede, pero que ofrece visiones propias muy sugestivas. El profesor Sosa se adentra, con tan buena técnica en el origen de la sublimación del diálogo y del consenso, desde Nicolás de Cusa, en el siglo XIV, hasta don José Ortega. De los cimientos defectuosos de algunas construcciones, obtiene Sosa Wagner material para esbozar una teoría del disenso, particularmente, a la vista de las experiencias alemana y española, que tan bien conoce, sin dejar de admitir la bondad del diálogo parlamentario, de cara a la elaboración de leyes consensuadas, o a efectos de cuestiones de Estado. Pero las grandes decisiones políticas que obedecen a idearios, deben ejecutarse con autoridad, ya que una negociación con todos los afectados por las medidas sólo conduce a la inoperancia. Sosa, además, destaca los peligros de lo que denomina «corporativismo silencioso», que consiste en la suma de tensiones generadas al Estado por los intereses gremiales o económicos, que ya de antiguo intentó combatir el parlamentarismo y por los intereses que se ocultan tras algunas reivindicaciones territoriales. Exigencias que obligan a los Gobiernos sin clara mayoría parlamentaria a propiciar consensos que debilitan el armazón estatal. En suma, el lector de la versión hispana se encontrará con dos obras en un solo libro, mejorando sensiblemente la oferta editorial germana. Un libro para la reflexión y para calibrar con su lectura la solidez de un consenso al que, hasta la fecha, nadie había bajado tan expeditivamente de los altares de la política.

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