Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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ALGUIEN ha escrito que los franceses pueden convertir a Europa en el chivo expiatorio de sus propios males. Es un análisis certero, pero impugnable, por la patología que anida en semejante formulación. Votar no a la Constitución Europea en el referéndum de hoy, como lenitivo del malestar interno, revelaría que la sociedad francesa está más enferma de lo que parece. Algunos seguimos creyendo que, aunque sea por penaltis en el último minuto, como el Liverpool, el voto europeista se acabará imponiendo a ese heterogéneo frente de rechazo al tratado donde convergen, por ejemplo, muchos socialistas con los ultraderechistas de Le Pen. Quienes todavía apostamos por el sí en las votaciones de mañana, nos resistimos a creer que los franceses hayan perdido la memoria de repente, por mucho vértigo que sientan a la reconversión de su sistema productivo y su obsoleto aparato estatal, que son exigencias ineludibles de esta Unión Europea del siglo XXI. No es creíble la desmemoria en un país tan curtido en la forja de la democracia, el constitucionalismo y el respeto a los derechos humanos, tan presente en la génesis del europeismo, tan consciente de su protagonismo fundacional, junto a Alemania, en la Unión Europea, tal y como la conocemos aquí y ahora, incluido el trazado de su nuevo horizonte (el «tratado por el que se establece una Constitución para Europa»). En las urnas no sólo se la juegan los franceses. Nos la jugamos todos. No entra en mi cabeza que ese país, así caracterizado, quiera romper inesperadamente con sus 60 millones de ciudadanos un tablero en el que juegan 460 millones. Y por eso no vale la pena entrar en los planes alternativos a un eventual batacazo del tratado en el referéndum de mañana. Por eso y porque, según los estrategas, no favorece la causa del sí, defendida por Rodríguez Zapatero en el mitin de cierre de los socialistas galos (Lille), el entrar en detalles sobre una segunda oportunidad (Dinamarca en 1992 e Irlanda en 2001), la continuidad del vigente tratado de Niza como colchón del posible batacazo, la renegociación del tratado en una nueva conferencia intergubernamental, etcétera. Todas las hipótesis están contraindicadas por unas u otras razones. Solo nos aproximaría a la realidad, si mañana triunfase el no, lo dispuesto en el propio texto del tratado. Si algún país no ratifica la Constitución, el Consejo Europeo (primeros mandatarios de los países miembros) se reunirá para buscar una solución. Punto. Pero Francia no es un país cualquiera. Es pieza clave del motor de Europa. Y ya sabemos que un coche no puede caminar sin motor o con el motor averiado.

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