El lobby gallego

SIEMPRE se dijo que los emigrados gallegos eran, un poco, como los judíos, puestos a echarse una mano, inclinados a tejer una red solidaria de paisanaje. Bueno, pues ahora dos asociaciones de empresarios gallegos emigrados, las que operan en Barcelona y en Madrid, han decidido sacarle un beneficio económico a ese llevarse bien de los gallegos por el mundo constituyendo un lobby internacional de empresas gallegas. Este lobby gallego que ya existía, pero circunscrito a la esfera del apoyo mutuo afectivo entre paisanos lejos de su tierra, se torna dinerario, y como es mucha la ambición que le anima, ha decidido presentarse en público a lo grande y semidisfrazado de gran acontecimiento lúdico y cultural: el Gran Encontro de Gallegos del Mundo a celebrarse en Barcelona, en las instalaciones del Fórum, a finales de junio. Pero antes de eso, los gallegos normales, los que ni pertenecen ni quieren pertenecer a ningún lobby, sino, dentro de su patria comunal, a sus proyectos de vida, a su trabajo, a su familia y a sus ensoñaciones, tienen una cita infinitamente más importante, una cita con las urnas y, en consecuencia, con el diseño político inmediato de la convivencia. En ese otro gran encontro , que los sondeos presumen muy disputado, Galicia elige entre el pasado y el futuro, entre las viejas formas de la política y sus resabios caciquiles, y las nuevas, de aire más democrático. Frente a las urnas, la ciudadanía forma su propio lobby, un potente grupo de influencia y de presión frente al poder, frente a ese poder que se enroca en su concepto patrimonialista de lo que debe pertenecer a todos.