Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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INTENTANDO derrotar la invencible repugnancia que producen los hechos, debo referirme a esa red, de la que tanto se ha hablado y escrito en los últimos días en todos los medios de comunicación, que al parecer violaba bebés y difundía las fotos en Internet. Es mentira que esa incalificable gentuza merezca el nombre de enfermos mentales. Su dolencia es la maldad químicamente pura. Una patología contagiosa porque nos hace peores a quienes deseamos para ellos un castigo lento y doloroso. ¿Qué grado de abyección hay que alcanzar para conseguir que quienes hemos sido, desde siempre, desde los tiempos en que se llevaba mucho, enemigos de la pena de muerte, revisemos nuestras convicciones? Hay criaturas infrahumanas que debían ser aplastadas como cucarachas, venciendo también la profunda náusea que provocara el justiciero acto. Ya está bien de acogerse a la coartada del extravío mental para atenuar responsabilidades. El club de pederastas que violó o abusó de más de cien niños no está compuesto por quienes sufren aberraciones sexuales, sino por depravados canallas. «Como juez, nunca vi imágenes de tanta brutalidad», ha dicho el ministro del Interior. El reptil considerado como cerebro de la banda, que usaba el apodo cibernético de Nanysex, se anunciaba como canguro en la Red, para tener más fácil acceso a las cunas. Está claro que su tratamiento psiquiátrico más adecuado es el mismo que algunos recomiendan para la caspa: la guillotina. Todavía hay personas que adhieren un cartelito al cristal de atrás de su coche donde se lee esa estupidez de «todo el mundo es bueno». Pues no. Somos buenos los que somos. Unos porque llevamos una buena vida, otros porque nos proponemos serlo y otros porque nos lo pide el cuerpo, que es probable que sea eso que llaman alma. Pero el mal existe. Alguien tan bueno «en el buen sentido de la palabra», como don Antonio Machado, habló de esa mala gente que va apestando la tierra. Su denso hedor llega a todas partes.

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