Entre todos lo mataron

Y EL SOLO se murió. Eso es lo que le ha pasado al cine Lemy (perdón, Kubrick) que ayer cerró sus puertas para siempre. Y con él se acaba una etapa (el Emperador es otra cosa) para los leoneses que éramos niños o jóvenes en los años cincuenta y sesenta, que fueron los del auge del cine, hasta el punto de que había que sacar las entradas anticipadas en Contaduría para ir a un estreno y había familias que iban casi todos los días, mejor dicho, las noches. Eso se notaba especialmente en los cines de barrio, pues casi cada uno tenía el suyo. Precisamente el Lemy lo era también y tal vez por eso los que vivíamos en otras zonas, apenas íbamos a él. En aquellos felices años había seis salas en el centro de la ciudad (Emperador, Azul, Mary, Condado, Trianón y Avenida) y otros tres en las barriadas (Ventas, Crucero y Lemy), sin olvidarnos del cine de Trobajo y del Lapar frente a la Azucarera, y tampoco de los colegiales o de parroquias, que tenían su propio público. Así los Agustinos se llevaba la palma, aunque los Franciscanos no le iba a la zaga. Y los modernos Abella y Pasaje. Pero todo eso es historia que muchos ni conocen. Quince salas proyectaban ilusión a las gentes de mediados de siglo, con variados programas. Ahora hay otras tantas pero repiten cartelera, que pocas veces es atractiva si se tiene más de 40 años. Antes íbamos al cine a aprender, ahora se va a distraerse y a comer palomitas. No es raro que cierren las salas que no están rodeadas de un cierto entorno. Se trata de hacer la compra, cenar e ir al cine, tres en uno y esa modernidad no iba con el viejo Lemy. 1396927554