Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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DICE Chirac por carta a sus colegas de la UE, Zapatero entre ellos, que reflexionen sobre la situación europea hasta que se celebre la cumbre comunitaria de los próximos días 16 y 17. Por reflexión no va a quedar, pero en esa cumbre, y como tarea prioritaria, debería realizarse al recuento de daños que ha causado el «no» francés al tratado constitucional y, muy especialmente, a una Europa que cambia de protagonistas. La Europa pensada por élites intelectuales y construida por gobiernos está siendo sustituida por la Europa de la gente. La tercera o cuarta lectura del referéndum de Francia permite hablar de cataclismo. En este caso apetece hablar, más que de ciudadanos, de la gente, pues en la gente se sospecha una incoherencia mayor que en la ciudadanía. Y la gente ha causado en Europa desde el epicentro francés una perturbación sísmica que ya se interpreta por agudos analistas como el fin de una época y el principio de otra, en la misma orientación, eso sí, pero seguramente por distintos carriles. Como de Chirac no puede decirse que haya salido airoso del referéndum, y el canciller Schröeder vive horas notablemente bajas, en España ha subrayado la oposición, en el estricto cumplimiento de su deber, que el eje franco-alemán, debilitado, ha sido una apuesta equivocada de Zapatero. De ahí que Rajoy le haya pedido que cambie el rumbo de su política exterior. Ocurre, sin embargo, que no hay a la vista un destino mejor hacia el que dirigir la nave, pues no va a apostarse ahora por quienes han ganado aparentemente el referéndum francés -el ultraderechista Le Pen, la extrema izquierda veteada de trotskysmo y la insumisión socialista de Fabius- y tampoco va a ir Zapatero a Washington para remedar a las puertas de la Casa Blanca el arrepentimiento de Canosa. A ningún líder político europeo se la ocurrido más receta que la de no detener el proceso de ratificaciones o refrendos del tratado constitucional, y así hasta el otoño del 2006, cuando sea ineludible tomar decisiones, y a saber entonces en qué sentido. La gente, donde se le haya preguntado, ya habrá expresado dentro de año y medio su parecer, más que sobre la Europa que quiere, sobre la que no quiere, además de su rechazo, silenciado durante mucho tiempo, a que los Gobiernos construyan ellos solos una UE que necesita el respaldo y la participación de la gente. De lo contrario, queda expedito el camino abierto por la gente francesa y holandesa con su iracundo no. Hay una pregunta que no debe esquivarse: ¿es fiable la gente? Y otra: ¿son más fiables los gobiernos? La respuesta resulta ambigua, pues la gente es como es, según las circunstancias, y los Gobiernos, mejores o peores, son desde luego menos imprevisibles.

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