Diario de León

DESDE LA CORTE

Galicia, bajo mirada de España

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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YA LO escribí una vez, pero lo debo repetir: desde que el Dépor ha dejado de amenazar a los grandes, Madrid y el resto del país sólo se interesan por Galicia en dos circunstancias: en caso de calamidad, o cuando se anuncia movida política. Todo lo demás, como las inversiones (o su ausencia), tiende a pasar inadvertido, oculto tras la hojarasca de otra España intrigante, disoluta y pendenciera. Cuando se vive aquí, en la Corte, hay dudas razonables sobre la existencia de Galicia. Sólo se consigue confirmar su supervivencia en los mapas del tiempo. El día que se regionalice el Servicio de Meteorología, como piden los catalanes, los gobiernos del Estado tendrán un motivo menos de inquietud: Galicia habrá dejado de existir. Hasta que llega una noche como esta última. En ese momento, como hay pegada de carteles, las televisiones mandan cámaras, las radios conectan en directo, y Galicia se convierte en capital política. Incluso -¡milagro!-, las noticias de Galicia se destacarán más que el último episodio de Otegi. Es que este año hay emoción; las encuestas son poco generosas con Fraga; el poder socialista alienta expectativas de alternancia, y se lanzan rumores de conmociones internas. Por si faltase algo, todos hemos contribuido a dar a estas elecciones un valor de confirmación de Zapatero y de reválida para Rajoy, o viceversa. La última encuesta del CIS ha liberado a Rajoy de esa cruz. La mejora de sus expectativas electorales en el conjunto de España hace que no se juegue tanto en Galicia. En su lugar, aparece una nueva atención, fomentada precisamente por su partido: se trata de elegir entre un modelo de gobierno unitario y lo que José Crespo llama «la butifarra». Es decir, entre un PP que se sabe lo que quiere y la alianza de socialistas y nacionalistas, que el discurso conservador identifica con tensiones, presiones estatutarias, veleidades independentistas y otros fantasmas que están poblando nuestra vida pública. De esta forma, lo que debería ser una contienda entre renovación y continuidad, o entre derecha e izquierda como ha sido siempre, adquiere un tono trascendente, casi dramático, que deposita sobre el pueblo gallego la responsabilidad de revalidar los modelos de alianza de otras comunidades. Eso es lo que finalmente busca la atención española provisionalmente posada sobre Galicia. Sin embargo, tengo para mí que la ciudadanía de las cuatro provincias no hace ese análisis. Cuando se habla con la gente normal, lo que se detecta en el votante de izquierda es que, sencillamente, quiere un cambio. Y lo que se detecta en el votante conservador es, también sencillamente, la voluntad de que continúe el proyecto de Fraga. Así de simple. El resto es filosofía.

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