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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL DÍA Mundial Sin Tabaco fue un mal día para dejar de fumar. Unos estaban deprimidos porque el PP recorta distancias con el PSOE en intención de voto y otros estaban deprimidos porque no las recorta lo suficiente como para alcanzarle. También sucedían más cosas de esas que no suelen fomentar la paz interior, que tanto se confunde con la felicidad, aunque no sea exactamente lo mismo: diecisiete de los treinta y tres inmigrantes que llegaron a bordo de una patera hasta la playa de Motril, todos menores de edad, se escaparon de su centro de acogida. Por si fuera poco, Batasuna le dijo al Gobierno más candoroso de nuestra espasmódica historia que se confunde si cree que ETA dejará las armas porque sí. Para acabar de arreglarlo, los obispos de Madrid y Málaga, que son las dos ciudades donde me paso la mayor parte de la vida que me queda, aunque no por ese orden, invitaron a ir a la manifestación contra las bodas gays.Como se comprenderá, un día así no es el más adecuado para abandonar la maligna costumbre. Cuando se confirma que vivimos en una selva no se puede estar con el mono. Decidimos muchos dejarlo para otro día más propicio. Siempre mañana y nunca mañanamos, que dijo Lope de Vega, que por cierto no tuvo la oportunidad de elegir entre el Marlboro y el BN. El cerco contra el tabaco se estrecha y resulta curioso que uno de cada tres profesionales hospitalarios en España sea fumador. Pronto no se podrá fumar en los bares ni en los restaurantes, lo que supondrá un atentado a la sobremesa, pero quizá no sea esa el arma más decisiva, como tampoco lo es la ayuda a la deshabituación, con parches de nicotina, hipnosis y otras prácticas. Sé de quien ha acudido a la acupuntura y experimentó unas invencibles ganas de encender un cigarro cada vez que le pinchaban en las orejas. El arma es el precio del tabaco. 11.000 firmantes piden que se suba el precio hasta que casi nadie pueda alcanzarlo.