Diario de León
Publicado por
PANCHO PURROY
León

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LOS MONJES de Sahagún monopolizaron el negocio de la cría de sanguijuelas en las lagunas de Los Oteros y Campos, Este parásito, suctor de sangre con su ventosa anterior, era la panacea sanitaria para luchar contra todos los males, fuesen heridas, fracturas, gripes, tuberculosis, desamor o accesos de locura. Se especula con un gasto de más de 60 millones de sanguijuelas al año en la medicina española cuando las sangrías estaban de moda. Estiércol, sangre, bofes, vísceras, perros muertos y carroñas variadas, arrojados a la charca, contribuían a fomentar una abundancia de sanguijuelas de la que aún quedan vestigios en varios charcones entre el Burgo Ranero, Bercianos del Real Camino y Santas Martas, en los que los antiguos siervos, a pantorrilla descubierta, recolectaban en carne viva a los voraces hirudíneos. La biomedicina ha recuperado a la sanguijuela como ayudante de operaciones de microcirugía e implantes de piel, dedos y orejas. La razón de recurrir al mordisco del medieval, viscoso y resistente parásito es su papel en la reconstrucción de las venas, gracias al efecto chupador y también al potente anticoagulante de su saliva, que evita la formación de trombos y actúa de vasodilatador. Los rusos, amigos de este gusano, lo emplean en tratar la artrosis de rodilla, la flebitis y la hipertensión. Hay que viajar a las Landas, al sur de Burdeos, para encontrar un criadero moderno, extensión lagunar de la empresa Ricarimpex que produce unas 100.000 sanguijuelas anuales destinadas al consumo terapéutico.. Se investigan dos rasgos vitales de interés. El primero es la capacidad de las neuronas dañadas de la sanguijuela para regenerarse completamente, reconstrucción celular que si se conocen sus mecanismos puede ayudar a combatir las lesiones de médula espinal y las demencias seniles. El segundo es el anticoagulante salivar, mezclado con sustancias anestésicas y antiinflamatorias de alto valor.

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