Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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HA REAPARECIDO en la tele ( Siete días, siete noches , Antena 3) el ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, condenado por el Tribunal Supremo a 31 años y 6 meses de cárcel por malversación de caudales públicos, falsedad, cohecho y cinco delitos más contra la Hacienda Pública. Conviene ese primer párrafo para situar al personaje que, en formato de entrevista, anoche buscó descaradamente la comprensión de la opinión pública española mediante el viejo recurso al victimismo. «Soy el único de todos los condenados que ha aceptado su culpabilidad», dijo, como si ese dato, discutible por otra parte, le habilitase para obtener la compasión o la benevolencia de los ciudadanos. Cuando habla «de todos los condenados» está nombrando la bicha. O sea, se está refiriendo a los numerosos casos de corrupción que marcaron el tramo final de los gobiernos socialistas presididos por Felipe González entre 1982 y 1996. Nombres como Guerra (Juan), Sancristóbal, Vera, Urralburu, Sala, Galeote, Colorado... O también, Conde, De la Rosa, Colón de Carvajal, Rubio, Gil... son evocadores de la época en la que se rompió el mito de la superioridad moral de la izquierda y se cayó del guindo la Democracia del 78. Ahí está el daño. Esa es la parte irreparable del problema, la que no podemos cambiar porque ya está instalada en el corazón de la historia, que es el corazón de todos nosotros, de quienes hacemos esa historia yendo a trabajar para ganarnos la vida. Millones de españoles que se buscan la vida sin meter la mano en la caja de nadie. Y menos en la de todos. El símbolo de todo lo contrario es Roldán. Que no se extrañe de la indiferencia de la opinión pública ante la negativa reiterada a concederle beneficios penitenciarios hasta que no cumplió las tres cuartas partes de la condena, cosa que ocurrió hace algo más de dos meses. Desde entonces disfruta ya del régimen abierto, gracias al trabajo que ha encontrado haciendo seguros. Y eso es lo que le permite ir a la cárcel de lunes a jueves sólo para dormir. En su aparición ante las cámaras de televisión, Roldán se quejaba de haber pagado una condena más dura a pesar de haber sido el único en aceptar su culpabilidad. «Todos los demás, prácticamente sin excepción, han estado enrocados en negar lo que era evidente». Puede que tenga razón, pero es un argumento de cuarto, quinto o sexto orden, frente a los daños de mayor cuantía causados al sistema y a la confianza de los ciudadanos en el sistema, por lo que encarna el personaje: la corrupción, el desprecio a la tarea del servicio público y, en general, el oficio de la política, tan desprestigiado a causa de lo que Roldán representa.

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