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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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YA SE sabe lo que pasa cuando se cuentan manifestaciones. Unos aseguran que han acudido el doble y otros que fueron la quinta parte. Sugerí hace tiempo el método adecuado para acceder a la verdad aritmética, pero no me hicieron caso. Era sin duda un procedimiento contable muy laborioso y no me extrañó que fuera rechazado: consistía en contar los pies y luego dividir por dos. El margen de error era mínimo, ya que los cojos por amputación de una de sus extremidades inferiores no suelen participar en este tipo de eventos. ¿Cuántos españoles se oponen al diálogo del Gobierno con los asesinos etarras?, ¿cuántos creen que es mejor hablar para impedir que la cifra siga creciendo? Quizá media España piense de una manera y la otra mitad de la contraria. Sólo desnivela la proporción el hispanista Stanley G. Payne, que después de lo que ha escrito sobre nosotros, tiene derecho a ser escuchado. El hombre, que ha reconocido lo que España le debe a UCD y a Suárez, cree y teme que Zapatero esté cavando su fosa al dialogar con ETA. No se debe nombrar la soga en casa del ahorcado. No hablemos de fosas: aquí ni siquiera son comunes. Como metáfora de esa discrepancia de criterio, media España empieza a limitar el uso del agua para asegurar el consumo. Siete comunidades aplican restricciones a servicios urbanos y agrícolas. Se pretende garantizar el uso doméstico si sigue sin caer gota. Si la sequía se prolonga ante la indiferencia de la Virgen de la Cueva, va a ser un mal año de jardines y de piscinas. El extremoso clima nos condenará de nuevo «al llanto de las fuentes y al desconsuelo de los manantiales». Quizá se mejorarían las cosas si no se perdieran cada año 5.000 hectómetros en las infraestructuras de almacenaje y conducción. Y si no se perdieran anualmente tantas horas en discutir el formato de España. Aunque se cambien los muebles de sitio son los mismos.