Diario de León
Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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SI LA MONTAÑA es escuela de vida y de aventura, ayer regresó a su tierra, ya doctorado, el escalador Jesús Calleja, primer leonés en contemplar el mundo desde la azotea más alta: la cima del Everest. Pero siempre hay dos cimas, como bien me hizo ver un día mi amiga Ana, leonesa intrépida que reina por derecho en el Naranjo: la cima-escenario, el palco sublime desde el que puede asegurarse que el mundo sigue siendo hermoso, y la cima interior, la cima del corazón: la que se va escalando de forma callada a fuerza de latidos de superación. Calleja ha hollado también esas dos cimas. Ha conseguido asomarse, desde el balcón más privilegiado, a la sobrecogedora belleza del Himalaya y ha hecho cumbre en su propia confianza. No estamos sólo ante un hito deportivo que a todos enorgullece sino ante un derroche de tesón y voluntad que sirve de ejemplo, especialmente, a las jóvenes generaciones, esas que a veces miran a los mayores desde una mezcla de desprecio y conmiseración, esas que caminan con el espíritu basculante entre los supuestos beneficios del botellón y una desbordante capacidad de desprendimiento y de heroísmo que busca cauces que no siempre se encuentran. Jesús Calleja ha regresado a su tierra, felizmente entero y verdadero, después de haber superado dificultades extremas y de poner al límite su capacidad técnica y la experiencia aquilatada por las montañas del mundo. Su mensaje, el relato de sus peripecias, nos traerán ahora los ecos de la aventura superlativa, pero también, y sobre todo, ahí queda, brillando como la luz del Himalaya, ese profundo mensaje de valentía y de obstinación. ¡Bienvenido a casa!

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