Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EXISTEN objetos de culto a los que se les atribuye poderes sobrenaturales. Abundan en los pueblos primitivos, pero como todos lo son los hay por todas partes. El fetichismo viene de lejos y llega hasta esta mañana. Igual se venera una pluma que el arcángel San Gabriel se dejó prendida en el quicio de una puerta cuando anunció a María, que las zapatillas que usó hace un par de días Rafa Nadal, que es otro arcángel zurdo, cuando conquistó el Roland Garros. Los norteamericanos son los reyes de esta idolatría y Hollywood su santuario. La casa Christie's de Nueva York se dispone a subastar, de momento, el látigo que empleaba Harrison Ford en Indiana Jones y la combinación que lucía Kim Basinger en Nueve semanas y media , pero según parece el plato fuerte llegará después, cuando se subaste una serie de objetos personales de Marilyn Monroe y de Marlon Brando, valorados en más de un millón de dólares. Menos mal que los beneficios se destinan a fines caritativos. En cierto sentido todos somos fetichistas y guardamos objetos que pertenecieron a nuestros antepasados o a nuestros amigos que nos precedieron en abandonar este mundo. «Qué quietas se están las cosas y qué bien se está con ellas», dijo Juan Ramón. Es probable que conserven impregnaciones del espíritu de sus dueños. A mí me gustaría mucho tener los equilibristas quevedos de Francisco de Quevedo, el bastón orográfico de Borges o el gorro que Anatole France se ponía para escribir, quizá para que no se le enfriaran las ideas. Qué digo mucho, me gustaría muchísimo. No está demostrado que los objetos no tengan memoria de sus poseedores. Algo parecido debe sucederle al que fue secretario del Papa Juan Pablo II, el polaco Stanislaw Dziwisz, que desobedecerá las órdenes del Pontífice muerto, que le mandó quemar todos sus papeles privados. Creo que hace bien. De momento ya le han traído suerte: ha sido nombrado arzobispo de Cracovia.

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