LA VELETA
Los frentes del PP
EN POLÍTICA no se pueden mantener abiertos indefinidamente todos los frentes. Ha entendido así el PP que le conviene cerrar cuanto antes las sospechas sobre la implicación de ETA en los atentados del 11-M y dirigir todo su esfuerzo contra la política antiterrorista del Gobierno del PSOE, estrategia en la que se ve apoyado por un amplio sector de las víctimas. Debatirá el 30 de junio un pleno del Congreso las conclusiones y recomendaciones de la comisión parlamentaria del 11-M. Todos los grupos, excepto el del PP, vienen a coincidir en que el Gobierno tergiversó la verdad entre los días 11 y 14, por lo que sería muy difícil acordar un solo texto de conclusiones, aunque se espera que en las recomendaciones se logre una cierta unanimidad. Sea como sea, lo bueno es que con junio termina la explotación de tortuosas sospechas sobre la autoría de los atentados del 11-M. Todos los servicios de inteligencias europeos y todos los Gobiernos de la UE atribuyen esos atentados exclusivamente al terrorismo islamista, sin que en ninguna investigación haya aparecido entreverada en la responsabilidad criminal la menor colaboración de la banda ETA, cuya crueldad, por otra parte, ha alcanzado altísimos niveles inhumanos, en un plano estrictamente doméstico. Ha suavizado el PSOE sus conclusiones para no excitar aún más al PP, y así se ha negado a solicitar la reprobación de Aznar, como pide ERC, con el argumento irrebatible de que los únicos responsables de los atentados fueron los terroristas, aunque el Gobierno de aquel tiempo hubiera pecado de cierta imprevisión. Queda así cancelada políticamente la larga tesis popular sobre la 'accidentalidad' del Gobierno socialista, al que, desde luego, va a seguir atacando el PP, también en el campo del terrorismo, pero ya en el frente de la lucha contra ETA, de la que quiere eliminar cualquier posibilidad de diálogo aunque la banda renunciara definitivamente a la violencia. Se cierra el frente de la conspiración indescifrada para llevar a Zapatero al poder, y se reforzará previsiblemente el de la traición que un diálogo con ETA supondría para sus víctimas. Pero llega el verano, y el asfalto de las calles, de Madrid o Salamanca, arde como una plancha de cinc bajo el sol canicular, por lo que no es políticamente transitable. Y regresará septiembre, pero entonces sabremos si ETA quiere, de verdad, dejar definitivamente las armas o prefiere seguir usándolas. En el primer caso, sería muy difícil atacar a Zapatero; en el segundo, veríamos como la banda seguía debilitándose, pero sin morir nunca, captura tras captura de sus comandos.