Los radicales

DEJANDO a un lado lo asombroso que resulta manifestarse en la calle no en reivindicación de unos derechos, sino contra los derechos de los demás, la manifestación del sábado que viene contra el futuro derecho de los homosexuales a casarse que consagrará la anunciada reforma del Código Civil, contiene, cual no podía ser de otra manera, otros aspectos sorprendentes: el gusto que la derecha le ha cogido al radicalismo callejero de pancarta, la afición de ésta a manifestarse siempre en sábado y la beligerante adhesión de la Conferencia Episcopal. El reconocimiento civil del derecho a contraer matrimonio no importa cual sea la sexualidad de los contrayentes, ¿significa, acaso, que los hombres no podrán casarse ya con las mujeres, sino que estarán obligados a contraer nupcias con individuos de su mismo sexo o, en su defecto, a quedarse solteros? Y no siendo esto así, ¿qué le puede importar a uno con quién se case otro si uno puede seguir casándose con quien quiera y que, como es natural, se deje? En lo del gusto del PP por el radicalismo hay menos misterio: el PP es, desde que Aznar le imbuyó de su doctrina, un partido cada vez más radical. Con lo de manifestarse siempre en sábado, en cambio, vuelve el misterio: ¿Por qué no cualquier otro día? ¿O es el suyo un radicalismo a la japonesa, o sea, de no perder horas de trabajo? Por último, respecto a la adhesión de los obispos a la marcha anti-bodas gay, ¿qué se puede decir si, en puridad, la propia adhesión lo dice todo? Pero no me los imagino, tan serios y tan mayores, coreando los eslóganes contra ZP.