Interés y zozobra

HAN CONCLUIDO las elecciones gallegas y se abre un tiempo de enorme interés y zozobra. El cambio o la continuidad queda en manos de los gallegos de la diáspora. Del voto emigrante. A falta de ese escrutinio, ha quedado claro que el PP sigue siendo el partido mayoritario en Galicia. Es, junto con Castilla y León, su gran caladero. Obtuvo un excelente resultado. Mejor que el visionado por todas las encuestas. Aunque ha perdido miles de votos y cuatro diputados respecto a la anterior consulta autonómica, se ha quedado a sólo uno -37 frente a los 38 de sus dos rivales- para revalidar, por quinta vez consecutiva, la mayoría absoluta. Por su parte, el BNG ha sufrido un bajonazo importante: cuatro diputados. Acusó la crisis provocada por la marcha de su líder histórico, de gran carisma y personalidad arrolladora: José Manuel Beiras. Su candidato, Antxo Quintana, hizo una buena campaña, moderada e ilusionante. No fue suficiente, entre otras cosas, porque todavía le queda amplio recorrido. Llegó a esta elecciones como perfecto desconocido. Y, por último, el PSdG/PSOE. Alcanzó un gran éxito, si lo medimos echando la vista al pasado. Sumó los ocho parlamentarios -cuatro y cuatro- que perdieron populares y nacionalistas, pasando de 17 a 25 escaños. Otra vez la juventud, divino tesoro, ha sido decisiva para abrir los portalones del cambio. Mejoró en las capitales atlánticas, pero no logró abrir ese búnker del interior que maneja con guante de hierro el cacique de Ourense, José Luis Baltar. Tal y como están ahora las cosas, sin contabilizar los votos de los emigrantes, PSOE y BNG constituirían el gobierno de la Xunta, y el PP pasaría a la oposición. Sin embargo, habrá que esperar al recuento de los votos de la emigración, porque Galicia es tierra de sorpresas, de nieblas y de meigas. Yo creo que el resultado actual no se moverá. Pesan demasiado los restos. Y son cruciales. Para que los populares sumaran un nuevo diputado por Pontevedra -en las otras tres provincias parece imposible- el voto emigrante debería decantarse en algo así como el 75% a favor del PP. Algo muy improbable. En la anterior consulta, por ejemplo, el PP sólo aventajó a los socialistas en un centenar de votos enviados desde Uruguay. Si se repite en ésta, no permitiría el vuelo de la gaviota adiestrada en Argentina y Venezuela. En la noche electoral todos comparecieron ante los medios informativos muy satisfechos en un ejercicio de cortesía admirable. Pero el resultado definitivo se sabrá cuando se constituya el gobierno de la Xunta. Mientras tanto, todas las suposiciones son conjeturas temerarias. Empezando por lo que significan para Rajoy, que se empleó a fondo en la campaña. Si los populares conservan la Xunta, en parte habrá sido mérito suyo, no del candidato Manuel Fraga, venerable por años, pero amortizado. Ahora bien, si la pierde, imagino que habrá cola dentro del PP gallego y en Madrid para pasarle factura. En todo caso, y al margen de la brisa gallega, es evidente que Rajoy hizo bien en no acudir a la manifestación del pasado sábado junto con los obispos. Son manifestaciones que llevan al PP al serio peligro de quedar fuera de las prácticas parlamentarias y democráticas habituales en la Europa Occidental.