Remite de lejos

HOY DÍA la gente normal sólo recibe cartas de Hacienda, del Banco de Bilbao y de El Corte Inglés, que se abren, no sin cierta aprensión, por lo que toca pagar el mes que viene (la familia bien, gracias, pero no escribe). Aunque para ansiedad la de los gallegos, pendientes de los votos emigrantes por correo de cuya correspondencia depende el futuro de aquella autonomía. Don Manuel Fraga, que por edad debería haber cogido el vapor más o menos cuando Franco y votar a distancia, se juega ahora en el voto de los indianos los últimos años de ordeno y mando, o quién sabe si el lunes. El personaje más importante estos días es, sin duda, el cartero de Pontevedra, se llame Pepiño o Luisiño, cuya saca trae ocho mil papeletas que se inmovilizarán en el aeropuerto de Barajas con escolta para decidir, de parte de los emigrantes, si en el Finisterre va a mandar el PP o la pareja PSOE-BNG. Miran los sobres con lupa, como cuando el cartero rural de a pie o en bicicleta, le decía a la Maruxa: «tienes carta de uno que ya sabes y que dice que le esperes». Las encuestas de ahora son una lata y también suelen acertar menos que el cartero, pero, en contrapartida, la espera no va a durar más de una semana. A falta de acuse de recibo la cosa para el PP parece clara, como diría cualquier moza gallega. Con tanto pretendiente forastero vale más la boda del PSOE y el BNG, o sea, lo seguro. Ay, Galicia, Maruxiña, no sabes dónde te metes. El cartero siempre llama dos veces, pero esa es otra cuestión. Y tarda.