TRIBUNA
Reflexión y generosidad Un presente incierto
CUANDO recientemente la prensa local se hizo eco de una moción que el equipo de gobierno del Ayuntamiento iba a dirigir al Pleno, solicitando la concesión de una Medalla de Plata para todos los alcaldes y concejales que fueron elegidos en la etapa democrática, inmediatamente pensé en lo acertado de la medida que distinguía a las personas que sirvieron a León, desde su propia ideología pero con el mismo sentido de servicio y con el ánimo de acertar en su gestión. Por otro lado era una forma de respeto y un acto de convivencia entre los distintos Partidos tratando de superar tanta crítica y maledicencia, dando satisfacción a los deseos de los votantes que quieren vivir en una sociedad en paz y ver a los partidos políticos cumplir con su obligación de ofertar y trabajar por lo mejor para la Administración que más cerca está del ciudadano y que constantemente tiene que suplir las carencias que se aprecian en otros niveles políticos. Pero he aquí, que la generosidad y los buenos deseos no son compartidos por todos los munícipes, incluso a costa de la legítima satisfacción que tal decisión había producido en compañeros de Partido que, según me consta, apreciaban esa modesta concesión, que representaba el reconocimiento de la Corporación por un trabajo que, en muchos casos, apenas estaba retribuido.Está visto que en León, no dan el aprobado a nadie y se cumple el hecho de que esta tierra aúpa a sus mejores hombres para darse el gusto de despreciarlos y destruirlos pasado el tiempo. Podría contar innumerables ejemplos. En lo personal, tengo agotada mi cuota de vanidad y no aspiro a más distinciones que las que inmerecidamente ostento; pero precisamente por eso y por el conocimiento que tengo de mis paisanos, me siento legitimado para pedir a los responsables, un poco de reflexión y generosidad, porque aún están a tiempo de rectificar comportamientos que pretenden poner en duda legitimidades que se ajustan estrictamente a la Ley y se corresponden con lo que en su momento votaron los Leoneses. En los albores de la democracia, o sea, en la Transición, se acuñaron una serie de conceptos tales como el consenso, la cortesía parlamentaria, el respeto a las minorías, etcétera... que hicieron posible el Pacto Constitucional y el pueblo español se dotó de una Constitución que produjo sensación en el ámbito internacional y que ha funcionado hasta ahora de forma impecable. Tal vez el problema es que los actuales políticos estaban en su preadolescencia y aún no han asumido las ventajas de gobernar con sentido democrático hasta sus últimas consecuencias. Hacerlo desde el rencor, es un tremendo error que siempre pasa factura. LA ATMÓSFERA supera todas las oscilaciones posibles: Europa entra en coma. África se la comen los gobernantes corruptos. América, un continente con un gran patrimonio de recursos, los grupos de poder pasan de la redistribución. En Asia y el Pacífico, mientras unos gozan del beneficio del desarrollo tecnológico, otro se ven forzosamente obligados a modernas formas de esclavitud¿ La humanidad vive en un continuo caos de despropósitos, instalados en un presente incierto. El mundo se nos queda chico, y en todas partes, se nos achica la libertad. Hay que estar con los ojos bien abiertos ante tanta tentación de manipuladores. Ahí está la gran paradoja de España; la que es tierra de María y océano de místicos, dividida y desorientada. Eso de poner en venta la familia, lo que ha sido heredad de siglos y que pertenece al patrimonio de la humanidad, es la mayor de las tragicomedias actuales. Hay valores que no pueden someterse al capricho del gobierno de turno. El verso naciente en la edificación de la vida parte de una comunión conyugal, algo que es determinante e insustituible. En poesía, cuando se confunde la rima, el poema se destroza. Igual sucede con la familia, su verdadera identidad del matrimonio, es la que es y será caótico si nos dejamos caer en una aparente y falsa modernidad que nos rompa la vida. No es cuestión de creencias o no creencias. Según el designio de la propia naturaleza, todo está versificado a una complementariedad original de amor: de un padre y una madre. Hacer del matrimonio una farsa es como declarar la guerra a la vida que se nos dona. No tiene precedentes en nuestra historia humana. El valor de la familia ha sido compartido desde la eternidad por fieles de todas las religiones y por gentes de todas las culturas. Ese clamor popular de que la familia sí importa, debiera hacer reflexionar a todas las personas responsables, extensivo a todos los poderes del Estado, puesto que dejar de asegurar a la familia su papel de lugar primario de humanización de la persona y de la sociedad, es una necedad que pasará factura a las nuevas generaciones. Lavarse las manos como Pilatos, considero, que no es de recibo ante la bestialidad de leyes contrarias a la ley natural. El pueblo sale a la calle, se manifiesta de diversos modos. Pongamos el oído. Lo que pide es de justicia para que se haga justicia. No se puede equiparar lo que por naturaleza es singular. Tampoco adulterar los derechos del niño a tener una madre y un padre, en concordancia con la vida misma que así lo exige. Faltan poéticas proteccionistas a la familia y sobran políticas engañosas. Víctor Córcoba. Escritor