Diario de León
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MIGUEL A. VARELA
León

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LO EXPLICÓ el periodista Javier Vallejo en el III Congreso de Artes Escénicas de Castilla y León que se ha celebrado estos días en una Salamanca brevemente disfrazada para ser el Edimburgo español. En tiempos del rey despóticamente ilustrado Carlos III se elaboraron los primeros planes sobre el teatro del país con una intención claramente intervencionista: la corona fijaba el canon escénico con fines abiertamente didácticos y de educación del pueblo en unos determinados valores que en ese momento interesa propagar a la clase dirigente. Tres siglos después, la profesión escénica de este país sigue reclamando un Plan, algunos incluso una Ley de Teatro, otros llegan hasta una Ley General de la Cultura. En los despachos del Ministerio, dicen, reposan los más de cien folios del Plan General de Teatro consensuado en los últimos años entre todas las partes implicadas, y recuerdan que los planes son inútiles si no se ponen en marcha. Pero sobre la escena ha llovido mucho desde el XVIII para acá y la influencia que el teatro pudo tener sobre los españoles del siglo de oro o de la ilustración hace tiempo que se fue por el desagüe de las cosas que aparentan ser inútiles. Ahora tenemos un Plan, sí, pero para la televisión, que es el poderoso mecanismo des-educativo al que tienen que presentar una batalla perdida de antemano familias, docentes y responsables de la cosa cultural. Y mientras nuestro teatro espera un Plan corre el riesgo de ser, como el cine español de hace medio siglo, «políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico».

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