EN BLANCO
La intuición de unalcalde
SE DICE que el único mérito del alcalde Ahmadinejad es haber mejorado mucho el tráfico rodado en Teherán, pero quien conozca el caos circulatorio en la capital iraní no lo encontrará tan pequeño. Pero, bromas denigratorias aparte, está claro que el regidor que dejó el sillón para concurrir a las presidenciales y las ganó por goleada debe saber algo más que gestionar los atascos. El gran mérito de Mahmud Ahmadinejad es haber sabido dirigirse al común de vecinos, pero a nivel estatal: al treinta por ciento de parados (el gobierno reconoce la mitad, pero la cifra real es esa, economía sumergida incluida), a los jóvenes, ejército de desempleados con pocas perspectivas y haber sabido acreditar un programa, genérico y mal explicado si se quiere, de lucha contra la corrupción. Hay que añadir que la entrada en liza, tras pensárselo mucho, del antiguo presidente Alia Ajbar Hachemi Safsanjani, le ayudó: este gran camastrón del régimen fue presidente durante ocho años y es miembro de una de las familias más ricas del país. Los elogios de Ahmadinejad al fundador Jomeini, sus exhortaciones a la piedad como base de la virtud islámica versión chií y el voluntarismo que rezuma una cierta virginidad política se enfrentaran pronto a los expedientes prosaicos del petróleo, la efervescencia política regional, la no-relación con Washington y los consejos del Guía, que también se deja asesorar por jurisconsultos pragmáticos poco defensores del experimentalismo.