EN BLANCO
Antibióticos
EL EXTENSO capítulo de agravios padecido desde hace años por los trabajadores de Antibióticos, acostumbrados desgraciadamente a sacar siempre el palito más corto, se centra ahora en los trece sindicalistas amenazados de inminente y provocativo despido. Otro chaparrón de calamidades para una empresa que vista desde el ojo sociológico público se limita a ir trampeando, al tiempo que practica con sus empleados una autopsia en vivo y sin anestesia. Todo ello demuestra palmariamente que el capitalismo galopante que sólo adora al dios Mercado, suele castigar con más dureza a los que no roban que a los que roban. Por hablar en primera persona, las leyes no escritas de la amistad me llevan a recordar a algunos trabajadores de Antibióticos, Rafa, Manuel y Carlos, sumidos al igual que el resto de sus compañeros en un Vía crucis personal y laboral al sentir que el destino se les está escapando de entre las manos. El atropello globalizante se ha instalado con plenos poderes en la que fuera antaño señera empresa leonesa, gran patrimonio genético del tejido laboral capitalino, a la espera del golpe de gracia propinado por algunos de esos malos que salen con sonrisa torcida en los noticieros de la tele. El miedo es el mensaje que emiten tratando de tensar los hilos del desánimo entre el extenso colectivo de agraviados que ven oscurecerse su horizonte de posibilidades, mientras juegan descaradamente con la supervivencia de la joya de la corona entre las industrias leonesas. ¡Qué pena! Pero bueno, para saber la opinión que Dios tiene del dinero, basta con fijarse en la gente a la que se lo da.