«La saca», obra maestra del suspense

SI DON Alfredo Hitchcock levantara la cabeza, se acomplejaría. Hay alguien que le gana en maestría para hacer una obra de suspense. Y además, sin ningún recurso cinematográfico: usando sólo la vida misma. Claro que, para entenderlo, el gran creador se tendría que desplazar a Galicia para tratar de poner en orden algunos datos. Por ejemplo, que en Pontevedra alguien haya desconectado con el pie el sistema informático y haya dejado al personal con la primera intriga del día: si se había borrado la información introducida en el sistema. Después tendría que hacer un cursillo de parsimonia y que alguien le explicara cómo en medio de la expectación nacional, el personal haya hecho un alto para reponer fuerzas. Y durante todo el proceso tendría que tratar de desentrañar el último misterio político: por qué el día 19 está hecho el recuento de millones de papeletas en sólo dos horas y media y, se necesita más de una jornada para escrutar el voto de 120.000 emigrantes en sólo cuatro «colegios». Desgraciadamente, el señor Hitchcock no ha vivido nada de esto, no ha podido conocer esta extraordinaria historia, y nos hemos quedado sin su versión cinematográfica. Lástima, porque, puestos a buscar misterios, todavía hay más: votos que han llegado en plazo, pero no son aceptados por la autoridad judicial, porque no tenían fecha de emisión, y vaya usted si alguna mano oculta los metió en la saca en fecha posterior, con efectos retroactivos. Y sería digno de la mejor película imaginarse a todo un presidente de república llamado Hugo Chávez interesándose personalmente por el contenido de las sacas, como si llevaran polvo blanco en su interior. Aunque, en este último supuesto, la película estaría mejor firmada por Gila o por cualquiera de los hermanos Ozores. Por eso, yo me dispongo a proponer que los próximos premios Goya tengan presente esta superproducción gallega. El título sería breve: La saca , y que cada espectador entienda lo que quiera. Es la única película que, sin proyectarse en ningún cine, consigue mantener al espectador pendiente del desenlace. Y, lo más asombroso es que no utiliza celuloide, sino sombras chinescas como éstas: desconfianza de que alguien haya metido la mano; fardos que han desaparecido, como si fueran otro tipo de fardos que también llegan a Galicia desde aquel lado del Atlántico; autoridades del gobierno central, que sueltan la maldad de que alguien trata de deslegitimar el resultado de las urnas; e impugnaciones, muchas impugnaciones, que hacen que, a lo peor, ni siquiera hoy se conozca el resultado final. Definitivamente, La saca es una obra maestra del suspense. ¡Qué pena que haya que esperar otros cuatro años para ver nada parecido!