Diario de León

LA VELETA

Emilio y el presidente

Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

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UN LÍDER político listo como el hambre me hablaba un día de lo vulnerable que resulta la imagen de autoridad asociada al ejercicio del poder, y de cómo, perdido aquél, el común de los mortales solemos mirar al perdedor con otros ojos: la imagen de autoridad se desvanece como el agua se escapa de un cedazo. Mi interlocutor puso entonces el ejemplo de un caído, amigo de los dos, recientemente desalojado de su cargo, y tras constar que casi todo el mundo lo veía ya de otra manera se calló, para luego, sincero, sentenciar: «Incluso yo lo veo ya de otra manera». Desde ayer, Emilio Pérez Touriño será percibido de otro modo por todos los gallegos: por los que le votaron y por los, muchos más, que no lo hicieron. Desde ayer se incrementará, además, de manera exponencial la corte de aduladores que, como una guardia pretoriana, custodia siempre a quienes ejercen importantes cargos públicos. Aduladores que contribuirán decisivamente a que el próximo presidente de la Xunta tienda a adaptar poco a poco la imagen que él tiene de sí mismo a la que desde ya comenzarán a tener de él todos los demás. Será ese, sin ningún género de dudas, el primer peligro que el candidato socialista tendrá que sortear: el de evitar que el presidente Touriño se coma al Emilio que tantos conocemos: un hombre sencillo y dialogante, mucho menos sectario que la inmensa mayoría de quienes ahora lo rodean y mucho más preocupado por las cuestiones sociales que por las territoriales. No en vano, Pérez Touriño es de los dirigentes socialistas que proceden del Partido Comunista de Galicia y no de aquel PSG que acabará sus días en el Bloque. Es fácil imaginar las docenas de cuestiones relevantes que hoy deben preocupar a quien está a punto de asumir una responsabilidad tan trascendental como la que espera a Touriño a la vuelta de la esquina. Y es fácil igualmente suponer que entre tales cuestiones no ocupará en estos momentos un lugar fundamental la de los cambios que el propio Touriño podría experimentar tras sentarse en el sillón de la presidencia de la Xunta. Pese a ello, la experiencia histórica demuestra que los riesgos de esos cambios, si efectivamente se producen, suelen ser muy superiores a la mayor parte de los errores de gestión. Pues nadie espera de los gobernantes que sean superhombres, de esos que nunca se equivocan. Muy por el contrario, lo que nos acerca a quienes ejercen el poder en nuestro nombre es su capacidad para entendernos y decirnos la verdad. El Emilio que trato desde hace muchos años tiene, sin duda, tales cualidades: esperemos que el presidente Touriño no se las robe para acerrojarlas en los baúles del poder.

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