Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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UN DIARIO de tirada nacional informó hace unos días de un pacto frustrado entre el PNV y los socialistas de Patxi López para propiciar un golpe de timón en la situación política de Euskadi. Ha sido desmentido. Pero, por encima de las formalidades de un pacto, o el intento formal de alcanzarlo, la información respondía y responde a una lógica política no abolida por los dos votos del PCTV (o sea, Batasuna), que sirvieron para renovar a Ibarretxe como lendakari. La lógica política reclama a gritos la convergencia de uno de los dos grandes partidos nacionales sobre los que se asienta el sistema (centro-derecha y centro-izquierda) con el nacionalismo eventualmente más tratable de cuantos agitan la vida política, no sólo en el País Vasco. No hará falta explicar al inteligente lector que, por supuesto, esa teórica convergencia del PSOE -o del PP, según el moment-- con cualquier partido nacionalista sólo se entendería con la expresa aceptación de las reglas del juego vigentes en el marco constitucional del Estado de las Autonomías. Aplíquese esa lógica a las tres comunidades autónomas llamadas 'históricas'. De hecho ya se ha aplicado, aunque de forma desigual e imperfecta. Funcionó muy bien en 1993 y en 1996 entre el partido nacional en el poder (primero con el PSOE y luego con el PP) y la versión más razonable del nacionalismo catalán (CiU). También funcionó a finales de los ochenta y primeros noventa en un Gobierno de coalición PNV-PSE en Euskadi. Y funciona más bien mal ahora con la versión nacionalista desafecta al Estado (ERC), probablemente porque el socialismo de Maragall, la franquicia catalana del PSOE, se conduce más como nacionalismo de imitación que como socialismo de convicción. En cuanto a Galicia, el líder del PSOE gallego, Pérez Touriño, acaba de evocar la confluencia histórica del socialismo y el galleguismo, antes de formalizar sus negociaciones con Anxo Quintana, figura emergente del nacionalismo gallego en su inconfundible lenguaje conminatorio. Galicia puede ser una ocasión de hacer mejor las cosas. Más parecido a como las hizo Felipe González en el 93, o Aznar en el 96, con el nacionalismo de Pujol. Y a ser posible, no como las está haciendo ahora Zapatero con los nacionalistas de Carod Rovira. Es posible la alianza de un partido nacional y otro nacionalista sin poner en peligro al Estado, que es el riesgo denunciado un día sí y otro también. Y eso es hablar por hablar. Al menos en el caso de Galicia, donde sería imposible una modificación del Estatuto de Autonomía sin contar con el PP, aunque esté en la oposición.

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