Diario de León

TRIBUNA

No son medallas todo lo que reluce

Publicado por
LUIS HERRERO RUBINAT
León

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BONITA polémica y mejor bronca se ha originado a cuenta del acto «interruptus» de imposición de medallas a los concejales que lo fueron, en ese ayuntamiento tan próximo, en los sucesivos mandatos democráticos. Curiosamente la refriega no viene avivada por los grupos municipales de la oposición ante menudencias tales como convocar a los munícipes a homenajear antes de haber adoptado el acuerdo formalmente en Pleno, incluso haber dispuesto el gasto y encargado las medallas sin esperar a que se aprobara la imposición de las mismas, o desconocer el quórum requerido para la propia aprobación. Ni siquiera se han recreado los grupos opositores ante el espectáculo de un equipo de gobierno que pierde una votación y no se entera que la ha perdido; se lo tienen que advertir. La exaltación abrupta del verbo y de la palabra viene de los propios responsables del desaguisado municipal, quienes disparan ráfagas calificativas -mejor dicho descalificativas- tales como «cobarde», «ruin» o «mezquino» a todo el que discrepe o matice de la ceremonia medallera. Pensarán, con razón, que mientras se hable de las medallas se distrae la atención de otros aspectos más sustanciales. No pretendo molestar escribiendo lo que pienso. Pero nunca he entendido muy bien el porqué los políticos realizamos tantos actos de auto exaltación. La responsabilidad del político es la de servir a la sociedad a la que representa. Quien ha defendido los intereses públicos con denuedo y honradez, simplemente se ha limitado a cumplir con su obligación, ésa es la mejor recompensa, y por lo tanto huelgan tanto los reconocimientos como los fastos colaterales que acompañan las distinciones. Ni al electricista ni al camarero, por citar dos oficios al azar, que cumplen con su trabajo las instituciones les organizan actos de reconocimiento. Algunos tildarán este planteamiento de demagógico, pero yo pienso que demagogia es, exactamente, lo contrario. El contexto, el ambiente que rodea la imposición de condecoraciones también es importante. Empezando por el consenso político de la decisión que se toma. No se puede organizar un acto de agasajo a los ediles de la democracia si no es partiendo de la unanimidad de la Corporación municipal. Este tipo de acuerdos no se pueden adoptar, al margen de las mayorías exigibles por la Ordenanza de Honores y Distinciones, por 14 votos a favor y 13 votos en contra. La mitad del Pleno municipal no puede imponer su decisión, por la simple fuerza numérica de los votos, a la otra mitad. Mal ejemplo para los presuntos homenajeados, a los que se les colocaría en una muy incómoda tesitura. Mal ejemplo y peor puesta en práctica del llamado espíritu constitucional el de un acto que tiene por objeto, teórico, conmemorar el XV aniversario de Corporaciones municipales democráticas. Mal ejemplo democrático y esperpento político. Es lógico que moleste, pero otro aspecto que no se puede obviar es el de la misma composición del gobierno municipal. Si de lo que se trataba era de cantar las excelencias democráticas de la Constitución, el régimen de libertades, los derechos y deberes fundamentales, los valores que impregna la Carta Magna, que me perdonen, pero estas aspiraciones nada tienen que ver ni con los tránsfugas ni con quienes se aprovechan del transfuguismo. Por lo tanto mal momento y peor contexto se ha elegido para organizar un acto que conmemore los ayuntamientos democráticos y constitucionales. Quienes menoscaban valores éticos y políticos elementales no pueden presentarse como adalides en la defensa y respeto de esos valores. Quienes rompen pactos nacionales y locales suscritos por ellos mismos con tal de alcanzar el poder, por cualquier medio, a cualquier precio, no pueden pretender que nadie les llame la atención sobre la desfachatez de iniciativas como la que se analiza. La normalidad política y democrática de una Corporación no se recupera imponiendo medallas a todo el que por la Casa Consistorial ha pasado. Ésa no es la forma. El mejor homenaje a los valores constitucionales es el respecto de los mismos en la práctica; su aplicación ejemplar cada día. Un detalle que desconoce la mayoría de la opinión pública es que mientras para la imposición de «medallas» el órgano competente es el Pleno de la Corporación local, y por lo tanto exige el acuerdo con los grupos de la oposición, para la imposición de «insignias» basta con acuerdo exclusivo del Equipo de gobierno. Entre «medallas» e «insignias» la diferencia pasa inadvertida, y de éstas últimas la oposición se entera frecuentemente por los medios de comunicación y algunos dirigentes locales las distribuyen con excéntrica incontinencia. No pasa desapercibida una circunstancia, cuanto menos curiosa: A algunos gobernantes en sus postrimerías políticas les entra la fiebre de condecorar a todo el que sale en la portada de un periódico. Ejemplos hay muchos y muy próximos. Es como si apareciendo cada día al lado de personas que se han ganado el reconocimiento de la sociedad por méritos propios, algunos dirigentes políticos aspiraran a enjuagar su maltrecha imagen pública. O como si de lo que se tratara no fuera tanto de destacar la valía profesional del homenajeado, cuanto de aprovechar la circunstancia para adquirir protagonismo político e informativo propio a través de la propuesta, del acuerdo y del acto en el que se materializa la distinción. Sólo desde esta perspectiva se entenderían algunas situaciones grotescas a las que hemos asistido en los últimos tiempos. Mi humilde persona no hubiera estado entre los asistentes al acto de imposición de medallas, de haberse celebrado. Seguramente no sería digna de distinción alguna. El contexto no era el más propicio. Faltaba el acuerdo unánime, imprescindible en mi opinión, para celebrar actos de este tipo. La situación política de la Corporación para nada invitaba a participar. Y, además, con todo el respeto y que me perdonen, a mí me parece que tal y como se han desarrollado los acontecimientos, en este caso de las medallas no es oro, ni siquiera plata, todo lo que reluce.

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