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Publicado por
J.F. PÉREZ CHENCHO
León

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JUNIO SE HA DESPEDIDO con un hecho histórico: la aprobación en el Congeso de los Diputados del matrimonio entre personas del mismo sexo. Resultado de la votación: 187 votos a favor, 147 en contra, y cuatro abstenciones. En las filas populares, quizá por primra vez en nueve años, se produjo la quiebra de la disciplina de grupo. La ex alcaldesa de Málaga y ex ministra Celia Villalobos votó a favor de la ley. Mantuvo el tipo. No siguió el ejemplo de Juan Morano cuando denunció la guerra de Irak, pero luego se calló como un muerto a la hora de votar. Celia Villalobos, folclórica, populista, gracisoa y sin complejos, optó por bendecir con su voto a la nueva ley. No le impresionó el aparataje diseñado por su propio partido, aunque estuvieran en medio la ATV (Asociación de Víctimas del Terrorismo) vociferando en la plaza de Neptuno contra el cierre de la comisión del 11-M. Un centenar de personas, la mayoría de avanzada edad, agredieron a periodistas y coreaban eslóganes contra los homosexuales. Es paradógico: su grito esencial era «¡Libertad, libertad!». Denunciaban que las víctimas del terrorismo no pudieran llegar hasta el Congreso y sí lo hicieran los homosexuales. El presidente del Gobierno, que intervino en el Congreso de los Diputados por sopresa, sobre todo para los populares y para su líder, Mariano Rajoy, considera que la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo construye «un país más decente, porque una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros». Yo celebro la aprobación de la ley en el Congreso de los Diputados por la que se da el visto bueno al matrimonio entre personas del mismo sexo. No voy a salir del armario, entre otros motivos, porque nunca entré. Algún cargo público leonés sí podría celebrarlo descorchando botellas de champán. Han estado en la gatera tanto tiempo que no saben cómo disfrutar de la luz. Es como aquel feudal leonés que requirió a su mayordomo para encerrarlo de nuevo y tirar la llave donde nunca pudieran encontrarla. Argumento descorazonador: «Fuera sólo hay que maricones». Según relataron los medios hablados, que tienen el privilegio de la urgencia, en la manifestación madrileña un anciano tocaba la marcha nupcial con su armónica, mientras el grupo de vociferantes elevaba sus decibelios: «Maricones, maricones, viciosos». O el eslogan jaleado ante el Congreso: «La ley de vagos y maleantes para todos los maricones que hay ahí arriba». Hubo pancartas para todo. Un babel. Lo mismo condenaban el chantaje de ETA a ZP, que defendían la tesis escabrosa, degradadora y devergonzada de Polaino: «La homosexualidad es una enfermedad que hay que curar y no premiar». Desde hoy España es el cuarto país del mundo que más derechos reconoce a gais y lesbianas. Junto a Bélgica, Holanda y Canadá, también en nuestro país podrán casarse, a partir de hoy, personas del mismo sexo. Una ley que supone el verdadero triunfo de la libertad, no la agresión al matrimonio y a la familia. Pero dejemos constancia del texto que se añade al Código Civil en su artículo 44: «El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o diferente sexo». Pues eso.

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