Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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UNA VEZ APROBADA en el Congreso la Ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, convendría estudiar la evolución de nuestra sociedad, en poco más de medio siglo, desde una cierta beatitud ideológica a la defensa o firme aceptación de reformas legales que han modificado radicalmente instituciones en las que venían articulando los españoles su vida colectiva. Sorprende la debilidad de las resistencias que los sectores tradicionalmente conservadores, como la Iglesia católica y la derecha política, han opuesto a esos proyectos reformistas, iniciados con el divorcio, en tiempo de la UCD, y seguidos por la despenalización del aborto en tres supuestos, que tal vez se vean ampliados en esta legislatura, y el llamado matrimonio gay o entre personas del mismo sexo. Cada una de estas reformas tendría una justificación distinta. La despenalización del aborto, en tres supuestos de calidad profundamente humanitaria, también levantó en pié de guerra a la derecha política y a la Iglesia, y hasta el Vaticano intervino, pues llegó a celebrarse una entrevista en el aeropuerto de Zaragoza entre el Papa y Felipe González, quien aseguró a Juan Pablo II que él también era contrario al aborto, pero que, como jefe del ejecutivo español, era el encargado de encarcelar a las mujeres que abortaban, y eso no quería hacerlo. «Si el encargado de encarcelarlas fuera Su Santidad... -añadió González-, sería muy diferente». También se ha mostrado muy activa la Iglesia contra el matrimonio gay, flanqueada por el PP o la mayor parte de sus dirigentes, y hasta el Consejo General del Poder Judicial y el Consejo de Estado han informado en contra de llamar matrimonio a las nupcias que pudieran contraer los homosexuales de mismo sexo. Ni manifestaciones multitudinarias, ni medios de comunicación estimulados por argumentaciones tradicionales/convencionales, ni siquiera cerca de un millón de firmas contra ese matrimonio han evitado su aprobación parlamentaria. Y es que el Gobierno y, muy especialmente su presidente Zapatero, han percibido que, en cuestiones de permisividad, transigencia o tolerancia, una mayoría de la sociedad española no pone límites. Muchos cientos de miles de españoles se han manifestado contra el matrimonio gay, incluidos varios obispos con gorra deportiva de visera, pero el proyecto de ley no se ha detenido. ZP dijo ayer que «estamos ampliando las oportunidades de felicidad para nuestros vecinos, para nuestros compañeros de trabajo, para nuestros amigos, para nuestros familiares...». Y era cierto, tan cierto como que se estaba reduciendo al mismo tiempo la felicidad de otros tantos ciudadanos.

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