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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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YO NO SÉ QUE MÁS señales necesitamos para que la alarma deje de ser ese tibio y melifluo sonsonete bienintencionado que asoma por los medios cada vez menos tímidamente. Yo no sé que datos nos faltan para que tengamos clara la extrema gravedad del problema que está poniendo a este planeta en el disparadero de su propia supervivencia. Realmente no se me ocurre que más informes, estudios, investigaciones o memorandos son necesarios para que los responsables de este tinglado llamado tierra se pongan las pilas (baterías recargables, mejor) y vuelquen sus esfuerzos en la tarea de la reducción real de factores de riesgo en materia medioambiental, en una cura para esta gripe que está derivando a todo velocidad en cáncer terminal con síntomas tan evidentes como la angustiosa sequía de este año, el avance galopante de la desertización, el deshielo de las inmensas masas nevadas de las cordilleras o las inundaciones cada vez más frecuentes sobre territorios progresivamente desarbolados. Con este horizonte estremecedor al que Hollywood nos ha ido acostumbrando a golpe de cada vez mejores efectos especiales, el escepticismo sobre la posibilidad de un acuerdo de solución global riguroso y efectivo y el convencimiento de que el primer mundo no está dispuesto a sacrificar su comodidad en beneficio de un planeta sostenible, sólo cabe esperar que a esta vieja esfera flotante le queden todavía suficientes recursos defensivos como para auto-regenerarse, aunque para ello tenga que quitarse del medio a este molesto bicho bípedo que ha convertido la situación en insostenible.