EN BLANCO
Exorcismos
HACIENDO TRIZAS las expectativas más básicas sobre la inteligencia política, el PP ha llevado al Senado a un ilustre psiquiatra llamado Aquilino Polaino, ¡vaya nombrecito!, para explicar a sus señorías que la homosexualidad es un estigma vergonzoso, auténtico demonio de los espíritus débiles y amomiados. Según la particular interpretación de semejante autoridad en las pautas básicas del comportamiento humano, pues no en vano ha sido partícipe en el diccionario de términos morales redactado por el Vaticano, la distorsión sexual es una especie de aullido interior que atenta contra la eterna fe de los mayores y puede calificarse, así sin más, de enfermedad tan ingrata como la que afectaba a los pobres leprosos que fuera a cuidar el padre Damián a la isla de Molokai. Las asociaciones de gais e incluso sus mentores del PP ya se encargaron de poner en su sitio a tan insigne erudito, sacando a colación que el tal Polaino ha llegado a ejercer su magisterio intelectual como exorcista del Seguro. Sí, como lo oyen. Licenciado en demonología por no se sabe qué Universidad, su paciente más relevante era un hombre que hablaba en arameo cuando se sumía en estado crítico, al parecer justo en el momento en que marcaban un gol al equipo de sus amores, patología que el bueno de don Aquilino achaca a la perversa intervención de espíritus malignos. El otro endemoniado es un espabilado de 56 años que, abandonando trabajo y familia, huyó con una joven bailarina que está para mojar pan. Infame maniobra a la que, mire usted por donde, muchos nos apuntaríamos sin dudarlo. ¡Ay, Señor! Tengo que pedir consulta al doctor Polaino.