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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LA SONDA ESPACIAL Deep Impact ha salido disparada contra el cometa Tempel 1 . El proyectil de cobre abrirá un cráter del tamaño de un estadio de fútbol. Va a una velocidad de 37.000 kilómetros por hora y provocará una explosión semejante al estallido de 4,5 toneladas de dinamita. Quizá todo eso haya sucedido ya, si no se ha quedado en el camino, pero no hemos oído nada con la algarabía de las manifestaciones. La misión del vertiginoso artilugio dicen que es estudiar los componentes del pequeño cometa que, según los científicos, lleva material de los albores del sistema solar, pero quizá no se pretenda eso. El objetivo más probable es que en otras galaxias vayan haciéndose una idea de cómo nos las gastamos realmentye los terrícolas. Sinceramente, siempre se ha pensado que ahí arriba puede haber gente, ya que ser los únicos no es menos inverosímil que existan miles de mundos habitados. Nos imaginamos que en las calladas constelaciones pueda haber alguna forma de vida. Seguramente será gente muy extraña. Tan extraña, al menos, como nosotros. Decía Kant que lo que más le asombraba era contemplar a los marcianos como unos tipos verdosos, con una especie de trompetilla en lo alto de la cabeza y con muy mala leche. En cuanto a los ovnis, casi todos los borrachos han visto alguno y pueden certificar su existencia. Quizá hayamos agujereado ese pequeño planeta suburbano para que se enteren de cómo somos. Entre nosotros hay mil doscientos millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día y once millones de niños mueren cada año. El agua potable escasea y las guerras entre los fugitivos huéspedes son cada vez más devastadoras. De todos los que mueren, quienes les amaron aseguran que están en el cielo y tenemos curiosidad por saber cómo se está en un lugar tan amplio. En la Nasa se hace todo lo posible por recabar información. De momento, parece que hemos taladrado un cometa chico. Una sílaba de la Creación.

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