Diario de León

EL MIRADOR

Terror y paralelismos

Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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DESDE HACE TIEMPO, cuando la foto de la isla de las Azores y cuando la intervención de soldados estadounidenses y británicos en Irak, se viene sospechando que Londres, y Gran Bretaña de manera más amplia, podrían ser, en cualquier momento, objetivos preferentes para los islamistas fanáticos, como lo fueron Nueva York y Madrid. Sin duda, las autoridades antiterroristas británicas han venido adoptando medidas preventivas que se han demostrado considerablemente eficaces. Incluso este jueves, siete de julio, que habrá de recordarse entre esas fechas negras elegidas por el terrorismo «de la franquicia de Al Qaeda» para asestar alguna clase de golpe a «los ensoberbecidos occidentales». Los episodios de violencia recuerdan con extraordinario detalle a lo sucedido en Madrid en la jornada de las mochilas con explosivos en trenes de cercanías que estallaron a la hora de acudir al trabajo, el once de marzo de 2004. Como es natural, el Reino Unido ha recibido, está recibiendo, raudales de comprensión, condolencia y simpatía ante tan inicua agresión; sentimientos que brotan todavía más acentuados, si cabe, de los países que ya hemos padecido un zarpazo semejante (y que no por ello nos hemos librado, ni mucho menos, de la amenaza de que se reitere). Pero al margen de toda esta bien intencionada retórica y del sincero dolor paralizante que nos produce la contemplación de la tragedia -unas imágenes que evocan otras bien cercanas-, ya es llegada la hora de que nuestros países se armen definitivamente contra esta caterva de locos que quiere exterminarnos y que utiliza contra nosotros el arma más cruel, el terrorismo indiscriminado. Es probable que las fuerzas antiterroristas británicas hubieran tomado muchas más prevenciones a la vista de lo ocurrido, sobre todo, en Madrid, y que eso haya tenido la virtud y la fortuna de que las violencias no llegaran a tener las dimensiones de tragedia de Atocha o de las Torres Gemelas. Pero la intención de los asesinos sí parecía perfectamente coincidente. Y es que, en nuestros días, pocos, o casi nadie como Tony Blair es representación del liderazgo de un modelo político y social como el que combaten los islamistas fanáticos. Presidente del semestre de la Unión Europea, líder ideológico de la reforma que debe sacar a la Unión del marasmo al que la condujeron las consultas en Francia y Dinamarca, tiene sobre sí, ahora mismo, otras dos responsabilidades añadidas. Londres acaba de ser elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2012, y en Escocia se desarrollan los trabajos de los líderes políticos de los ocho países más industrializados del mundo, en busca de soluciones a dos problemas de primera importancia: las necesidades apremiantes del Africa más depauperada y alguna clase de método, más allá del Protocolo de Kyoto, que resulte aplicable en todo el mundo, Estados Unidos incluidos, y que pueda plantear soluciones al problema acuciante del calentamiento global de la Tierra. No hay duda de que Blair reúne en su persona, y con más vigor, autoridad y credibilidad que nadie, el liderazgo de Occidente. Y de ahí que su país haya podido ser elegido como la víctima propiciatoria de un nuevo golpe de los fanáticos islamistas.

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